sábado, 12 de mayo de 2007

D'Alembert

Abstract: This tale is important part of the previous (Alexander Botafogo), and both are connected to the tale: Los Relojes (The Clocks). In this text, D'Alembert reveals a milenary found of a man who has had living several lives, with diferent names, through time. We do not yet, what it's the intention of D'Alembert and his partners, why they looking for him? But this man living in México City right now, and some people it's dying for don't say nothing about Alexander, why?

–Cuando lo conocimos, hará unos 3 mil 600 años, intuimos que explicaba y justificaba nuestra existencia. Con el transcurrir de los siglos, esa intuición se tornó en sospecha, entonces empezamos a procurar no perderlo de vista; pero siempre ha sido muy escurridizo. Poco tiempo después de Cristo, al fin la sospecha se disipó y se transformó en la certeza de que ese hombre nos explicaba y justificaba en este lugar, en esta existencia. Pero ya era muy poderoso y la única vez que pudimos enfrentarlo nos venció. Pero ahora es diferente, ahora nosotros conocemos nuestras capacidades y él se está cansando, la resignación, el deterioro a su alrededor lo está mermando. Ahora ya no debate, sino se confiesa. Claro, es mucho mejor que ustedes.

–¿Cuántas decenas o cientos de años pueden resistir ocultos en la razón, al amparo de una serie de argumentaciones lógicas, antes de que se vuelvan a hacer pedazos con el afán de reconstruir sus esperanzas? –D’Alembert reflexionaba–. Lucy jamás los va a dejar de perseguir; pueden tomar atajos a la civilización absoluta a la modernidad total, pero son sólo simplificaciones, tarde o temprano tendrán que retomar el sendero que los hace ser lo que son y no lo que pretenden ser.

¿Quién eres, por qué me tienes amarrado?, suéltame, –Decía él con entereza, casi sin poder evitar mostrar angustia ante su situación–.

–Por qué no se quieren dar cuenta de que este es el infierno, no hay cielo para ustedes por mejor que se porten, no está en su naturaleza. –Continuaba D’Alembert su discurso como si su prisionero no existiera–. Cada niño que nace es un ser que cometió alguna atrocidad en la tierra. Esto no es la tierra, es el averno y su necesidad de un mundo mejor no es más que el eco de su vida pasada en la tierra.

–No es verdad que cristo no existe, lo que pasa es que prefiere el silencio, pasar desapercibido antes de que lo vuelvan a señalar. La última vez que lo vi quería ser millonario para comprarles la Fe a los seres humanos. Lo más que ha logrado es extorsionar a unos cuantos niños de la calle y a unos tristes hombres cansados.

–¿Qué quieres de mí?, te puedo escuchar todo el día sin estar atado, soy bueno escuchando a la gente –le comentaba él haciendo gala de su sentido de la ironía–.

–¡Dime dónde está Gaspar!, y no me digas que no lo conoces, escuché varias conversaciones telefónicas en donde hablabas de él –D’Alembert ahora estaba enfurecido, pronunciar ese nombre lo exaltó–.

–No, no, no... Gaspar de Berenice es un nombre ficticio. Es el personaje central de la novela de un amigo; incluso, después cambia de nombre a Alexan... –Un golpe certero en la quijada de él, salpicó de sangre la pared–. ¡Cállate, sé que lo conoces, me lo digas o no de acá no vas a salir vivo! –D’Alembert ya había perdido los estribos, y volvió a golpearlo dos o tres veces más.

–¿Y si no voy a salir vivo para qué te lo digo? Llevamos varias horas acá, no voy a decir más nada. Es más, creo que estás loco. ¿Qué es eso de que esto es el infierno,... y entonces por qué cristo quiere comprar Fe. Nada de lo que dices es razonable –Con dificultad, él balbuceaba palabras para provocar a D’Alembert y apresurar su ineludible final.

–No digo que tenga razón en lo que digo, sin embargo es verdad. No todas las razones son verificables; en cambio, la verdad sí lo es. Ese es problema de ustedes, son unos racionalistas –Refutó un D’Alembert relajado y recompuesto.

–Tarde o temprano encontraremos a Yu el Grande, Gaspar de Berenice... o como se hace nombrar ahora: Alexander Botafogo. Aunque ha asumido más nombres, no importa, le hemos seguido la pista y pronto lo detendremos.

–Si no lo has atrapado hasta ahora, ¿qué posibilidades tienes de hacerlo? –dijo él con sorna–.


–Parece que has elegido la burla como la última actitud en tu vida. No entiendo por qué lo proteges, no te beneficia en nada mentir sobre su paradero; en realidad no me interesa mucho, con saber que está en México me basta por el momento.

D’Alembert asestó el último golpe en la sien de él y murió. Cerró la puerta, partió. Se fue con la sensación de que pronto enfrentaría a Botafogo.

3 comentarios:

zafreth dijo...

Bueno Coltrane, te siento muy borgiano en tus relatos, asimismo tambien creo que a veces son un poco enredados, estan bien pero creo que pueden mejorar.

Anónimo dijo...

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