sábado, 25 de agosto de 2007

La Semana que Terminó en Jueves

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La canción que se escucha de fondo, Não me Arrependo, pertenece al reciente álbum de Caetano Veloso: . Una chulada.
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Abstract: This is a little Chronicle about Caetano Veloso’s Concert. It was an amazing experience to have listened and seen this musical brazilian master, and his band: Pedro Sa (Guitars), Ricardo Dias Gomes (bass and piano) and Marcelo Callado (drum).
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One of the best moments after concert, is when people talk about it. The remembers of something we can’t take into our houses or jobs. Maybe, the best concert this year in Mexico City.
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El Consejo Editorial de Carta Abierta (CA), se abstiene en esta ocasión de subir a Internet el nuevo material discográfico de Caetano Veloso, debido a que nuestra política es poner a disposición de los lectores y usuarios de CA sólo discos “inconseguibles” y por ello de difícil acceso a los bolsillos de la mayoría. También porque es una material reciente, 2006. Salvo excepciones en las cuales contamos con la previa autorización del autor, como fue el caso del disco que subimos hace unos meses de Arturo Meza, Borges. Homenaje en el Centenario de su Natalicio.
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INVITADO POR mi amiga Maritza Enriquez, asistimos al concierto que dio el maestro Caetano Veloso la noche del jueves, en el Auditorio Nacional.

Ver una presentación en directo de un artista de este calibre es difícil de asimilar porque uno ve en primer plano al cantante y a sus músicos, pero en un segundo plano, no menos importante, ve cuarenta años de historia; en un tercer plano, y tampoco menos importante, una postura política-personal defendida arriba y abajo del escenario.

En pleno espectáculo, Maritza identificó las canciones del nuevo material discográfico (eje del concierto) y alguna otra de antaño; sin embargo, al salir del concierto, me comentó que sentía que muchos habían venido con la idea de escuchar los grandes temas clásicos. Para sorpresa de ellos y felicidad mía, Veloso mostró un repertorio en esencia rockero, pero de ese Rock que hacen los no rockeros, a veces muy peculiar, muy rico y en algunas ocasiones hasta de mejor manufactura que el de algunos grupos de Rock.

Caetano pertenece a una generación de músicos sudamericanos que mezclaron el folclore musical de la región con el ritmo anglosajón: Rada, Santaolalla, los hermanos Fattoruso, entre otros. Particularmente, Veloso lideró la “movida“brasileña denominada Tropicalismo, junto a Gilberto Gil, Gal Costa y María Bethania, entre otros.

Como todos los grandes, Veloso estuvo respaldado por músicos de primera línea: Pedro Sa (guitarras), Ricardo Dias Gomes (bajo y piano) y Marcelo Callado (batería). La base rítmica (bajo y batería) de cualquier conjunto musical o solista es determinante; si la canción es un cuerpo, este par de instrumentos son su sistema óseo. La base melódica y armónica, desde mi punto de vista, fue ejecutada de manera magistral por Pedro Sa, que con un "look" tipo Mario Neto, acarició las cuerdas de su guitarra para robarle suspiros y murmullos a las cuerdas, cuando fue preciso; luego, las hizo tener a varios orgasmos, parado con mesura en el escenario y sin poses.

La vitalidad de Caetano Veloso en el escenario es incuestionable, así como su talante creativo. No podía de ser otra manera. Con las tablas que tiene, ejerció su imperio escénico; sólo le faltó hacernos cantar en portugués a la mayoría, pero desafortunadamente la mayoría no conocíamos las canciones y menos hablamos portugués.

No sé si sea una percepción personal, pero el portugués me parece un idioma distinto cuando se habla que cuando se canta, es decir, la Bosanova no sería la misma en inglés o francés.

En algún momento del concierto, Veloso habló de algunos aspectos políticos, ciertas diferencias que no quiso llamar “de izquierda o derecha”, dijo: –son palabras demasiado pretenciosas. Particularmente para los que ahora están en la política. En ese momento, todos aplaudieron; yo no. Aunque un concierto es un lugar para despejarse y encontrar algo que nos gusta y/o apasiona, para divertirse y dejar a un lado por un par de horas la seriedad de la oficina o la rutina que nos toca, creo que también es un lugar en dónde reflexionar, más aún cuando quien expone su arte ofrece calidad musical y lírica, y defiende una posición política se esté o no de acuerdo con él.

Ese tipo de frases me recuerdan que algunas veces desde el arte se aprecia mejor la política. Bueno, no hay que olvidar que lo dijo alguien que hace décadas tuvo que salir de su país por motivos políticos.

Salimos del concierto de Caetano Veloso, contentos. Afuera, ya no había rastro concreto del artista, si acaso, la vendimia dividida entre los discos originales y los piratas. Ahí empieza otro de los momentos más emotivos de ir a un recital: ver a unos y otros comentar el detalle, las canciones que esperaban escuchar y que no se cantaron, evocar a otros artistas brasileños. Unos recordando, otros preguntando, unos más callados y sonriendo, otros con la prisa para no perder el Metro.

Después de esos momentos y de un concierto de esa clase, uno siente que las cosas pueden ser distintas, que la alegría proyectada por Veloso puede extenderse hasta la casa o el trabajo, y sin embargo, ahí está de nuevo el vaho de la misma realidad corrompiendo los recuerdos que recién emergen entre todos los escuchas.

La semana terminó en jueves porque no hay mejor manera de acabarla, que sentir algo que te gusta y apasiona.

sábado, 18 de agosto de 2007

La Forma de Ser... ¡Qué Complicado!

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Abstract: Who can ask us: why don’t you change your way of life? Is it an appropriate petition? Can we change our character by friend or parent’s ask?

Free will, decision, desire, necessity, change, modification, valuable words whose implications in our lives, it does unknown yet, only until we arrived at the self-criticism.

Talk about us, our decisions, prejudices, vicious, maybe it’s the last theme than we want to talk front others, because conventionalisms, uniformity and that kind of things, are as hard as law or more.

Also, you can download CD by Tea, excellent Swiss band form seventies. This homonymous CD from 1972 is his first and it is amazing, especially Hazy Colours, enjoy it.
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Excelente material discográfico de la banda suiza Tea. Este disco de 1972 es una joyita del progre psicodelicón de aquellos años; además, se trata de una de las escasas bandas suizas.
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La canción Hazy Colours es una de las mejores canciones que he escuchado en este año y estará de fondo en este Blog durante dos semanas. Es una cortesía de Heavyrockspectacular. blogspot.com
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DEFINITIVAMENTE NO hay edad para llegar a la pregunta: ¿Las personas pueden cambiar? Hablo de edades posteriores a la adolescencia. Tampoco me refiero a transformaciones físicas como las provocadas por las cirugías de “cambio de sexo”, ni las “desmelaninaciones”.

En alguna reunión mi hermana, Penélope, apuntaba que las personas no cambian sino que sólo modifican algunas de sus actitudes. El tío Ulises en una reacción que apenas llegó a remedo, más por la contundencia de la afirmación de Penélope, que por un intento de respuesta, que tampoco alcanzó a razonar.

El espíritu antípoda de este redactor no resistió la oportunidad, y soltó un desrazonado y desazonado: Las personas sí llegan a cambiar.

En esa tertulia nos faltó definir cada una de las dos palabras “modificar” y “cambiar”. En términos de significado existe una diferencia sustantiva; la primera refiere a una transformación sin alterar la naturaleza del individuo o la cosa que se trate; la segunda, la sustitución de los mismos elementos. Ambas palabras, verbos transitivos, tienen sus correspondientes sustantivos femenino y masculino, modificación y cambio, respectivamente.

Esta breve explicación semántica, en primer lugar, sirve para establecer que en efecto se trata de dos significados distintos pero no totalmente excluyentes, dado que una modificación puede derivar, en su transito, en un cambio, no al revés.

En la reunión, luego de unos minutos, no de silencio sino de estar escuchando a Joaquín Sabina, Ulises argumentó que el cambio se puede dar siempre y cuando el centro del motivo radique en la persona misma, y no como un reflejo de alguna circunstancia porque en el momento en que ésta deje de operar en el individuo, este último no hallará inspiración ya no para consolidar sino para continuar manteniendo esa nueva actitud o comportamiento. Penélope, con ansias de debate como si de tiempos electorales se tratara, refutó esa tesis al hacerle ver que no estaba describiendo un cambio sino precisamente una modificación, pues el individuo que opera de esa manera no está alterando del todo su manera de ser; en cambio sí estaría experimentando una modificación. Ulises arguyó que en su refutación ella estaba retomando la parte que le convenía, pues él había señalado que el cambio es posible si la intención proviene de uno mismo, si es luz y no reflejo de nada. Penélope calló unos segundos.

Este redactor a esas alturas de la charla ya se sentía desubicado porque las posturas opuestas estaban dadas y nunca se ha sabido mover sobre argumentos apolíneos.

El disco de Sabina había terminado, ahora sí hubo silencio. Ulises encendió otro cigarro, Penélope se sirvió una cuba, el desafortunado y dionisiaco redactor fue a poner otro disco, pero de Serrat.

Es preciso señalar que la discusión continuó acalorada durante bastante tiempo; sin embargo, no reproduciré lo que continuó porque a pesar de que se manejaron las mismas tesis por los mismos participantes, empezaron a ejemplificar sus posturas, y su servidor no cuenta aún con la autorización moral ni formal de Ulises y Penélope para hablar de esos detalles que les hicieron decir: el cambio de las personas es posible o sólo la modificación de actitudes (aunque la verdad es que este redactor suele ser un inmoral e informal de marca registrada, pero bueno).

Empero, les puedo ofrecer ciertos referentes de aquella madrugada ignota combinados con mi opinión establecida después de reflexiones, y de desarrollar ejemplos extremosos para ubicar mi punto de vista (nótese que el redactor encuentra en su terquedad sobre los opuestos, una virtud para desarrollar sus temas).

Antes que nada debemos estar claros de que hablamos del comportamiento humano, eso que también llamamos la forma de ser. La filosofía, la poesía, la sociología, la psicología, y algunas otras ramas del saber, tienen respuestas para definir nuestro tema u objeto de estudio, pero como no ejerzo ni una de esas labores, optaré por agarrar de aquí y de allá un poco de todo. En aquella reunión nos referíamos a la manera en que instrumentamos nuestras reacciones ante lo que nos acontece, en particular hablábamos del amor y del trabajo: nomenclaturas que suelen determinarnos.

El asunto era ¿cómo respondemos ante la ruptura de la pareja, ante el despido laboral?, y detalles similares.

Antes de entrar en materia, es prudente comentar, sobre la forma de ser, ¿cuándo fue la primera vez que nos preguntamos cómo soy?, si acaso la hemos formulado, ¿cómo nos respondimos u olvidamos hacerlo?

En nuestra cultura estamos acostumbrados a definir todo, y entre esas cosas, las actitudes de las personas. Las hay violentas, indiferentes, amorosas, reflexivas, pero ¿cómo es que las definimos? Creo que la pregunta encuentra respuesta cuando logramos identificar un hilo de conducta que invariablemente, con menor o mayor intensidad, una persona muestra en las más diversas circunstancias. Si no hemos llegado a la autocrítica, es evidente que aún no llegamos a plantearnos las posibilidades del cambio o la modificación de nuestras actitudes.

Ahora bien, una vez establecido lo anterior, creo que debemos abordar el tema desde la perspectiva humana de la necesidad y el deseo. La frontera entre estos dos, se dice, es muy tenue; sin embargo, creo que dicho límite no existe en términos prácticos o que depende de la situación. Si alguien dice: necesito comer, ¿en qué momento esa necesidad se convierte en deseo?: la necesidad le toma una fotografía a nuestra fisiología y el deseo, al alimento. En otras palabras, es más o menos la distinción entre el “qué” y el “cómo”, entre el “sustantivo” y el “adjetivo”. Es igual que decir: necesito amor y, cómo lo deseo, pues todos lo necesitamos, pero no de la misma manera.

Pues bien, ahí tenemos la necesidad y el deseo de cambiar o modificar. Las personas a veces necesitamos cambiar, pero en otras ocasiones sólo lo deseamos.

Si consensuamos que estamos expuestos a la interacción social, entonces es válido asentar que dicha interacción, al no depender enteramente de nosotros, nos impone diversas condiciones y a partir de ellas reaccionamos.

En este tenor, cuando se nos presenta una nueva circunstancia, en la medida que nos represente una dificultad para vivir, será instrumentada nuestra respuesta en la misma magnitud. Ante la amenaza seria de muerte, el cambio de actitud es irremediable.

Si para continuar con nuestra vida debemos dejar de fumar, lo haremos sin chistar; ahora, que si nuestro concepto de vida no es el “convencional”, pues podemos seguir fumando hasta el final, con todas las consecuencias que dicha decisión acarreará.

Si seguimos llegando tarde al trabajo, nos descontarán un día laboral. Bueno pues ante esta circunstancia sólo tendremos que modificar algunas actitudes, como las que están provocando nuestros retardos.

Acá ya surgió un impasse, porque entonces ¿cuál es en la práctica la frontera entre cambio y modificación?, porque para modificar alguna actitud, debemos antes cambiar otras actitudes previas. Recordemos que estamos hablando de la forma de ser. Párrafos atrás, decíamos que la modificación de actitudes puede derivar en un cambio, pero que un cambio al ser sustitución de lo que sea, no puede derivar en modificación, y es verdad pero sólo en términos esquemáticos. En la vida diaria no existen actos ni hechos aislados, no hay finales ni cuenta nueva. Todo suceso está relacionado con el pasado y con el futuro; el presente es como un fugitivo del tiempo que no atina en dónde guarecerse, y sin embargo se esconde en nosotros.

Entonces, el cambio y la modificación son eslabones de una cadena que siempre queda abierta. Lo que determina si es uno u otra, es el acontecimiento que se nos presenta y siempre en función de la experiencia y la expectativa que tengamos de la vida.

Pienso que eso de la forma de ser no es más que un constructo intuitivo que utilizamos para describir a las personas, y es parte de una respuesta inacabada a la pregunta que tarde o temprano nos hacemos: ¿cómo soy? Después viene otra serie de preguntas, ¿debo cambiar, modificar algunas actitudes, omitir esta reflexión para después?
Este redactor, acorralado entre la negligencia y la ignorancia, se retira a desentrañar algunas de esas cuestiones, y se disculpa con el lector por no terminar de redactar este texto a consecuencia de no saber si necesita terminar este artículo, o solamente desea hacerlo; si es que el mismo requiere de un cambio de perspectiva o sólo la modificación de algunos planteamientos.

sábado, 11 de agosto de 2007

Vámonos

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Abstract: This is a tale. Everybody has listened or experimented adultery. In those cases, we don’t have answers, but we just have a lot of questions, uncertainties. We are capable to accept a great greys shades on politics, economics, sports, etc. But in love questions shades doesn’t exist, at least it’s a common argument. In the tale, the woman show us is possible that all assume truths be false, each one has its own way of feel.

Also, you can download an excellent homonymous CD from The Band (1969). Canadian band who mixed Rock and roll, Blues and Country music. This is the second material of The Band, a classic of all times.
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Esta segunda placa de The Band de 1969, se ha convertido en uno de los discos más importantes de finales de los años sesentas. Muchos ubican al conjunto como uno de los motores del Rock country. Se trata de uno de los mejores discos de aquélla década.
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–Ya no te pintes tanto los párpados, así te ves bien. –Decía mientras se anudaba la corbata y pensaba que sus palabras no eran eficaces desde hacía tiempo, incluso pudieran promover otra dosis de maquillaje, innecesaria según él–.

–Sólo son sombras, todas las mujeres las usamos. Sírvenos jugo para desayunar, todavía queda algo en el refrigerador. –Con gran habilidad y precisión ella hablaba y se maquillaba sus párpados; su mirada en el espejo no estaba en ninguna parte de su cara–.
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Me encanta mirarte, me gustas mucho. Siento que entiendes perfectamente lo que te digo cuando te veo de frente, de perfil o si estás volteado. Si fuera nuestro propósito, estoy segura de que seríamos capaces de entablar largas conversaciones, pero siempre nos vence el deseo en el momento en que nuestras miradas comienzan a desnudarnos en el metro, antes de llegar a los lugares de paso.

No tenemos pasado, nuestra historia comienza y termina cada día; eso no nos alcanza para tener un futuro. Sólo tenemos un presente de malvas obscenidades, que desahogamos escondidos entre tanta gente en los vagones, en las siempre vacías exposiciones de pintura y en las calles menos transitadas que cruzamos.

Me gusta voltear y mirarte después de habernos despedido, ver cómo te alejas con esos pasos tan largos y tan apresurados, cual si fueras a una cita de trabajo y no acabaras de besarme hace un rato, como si haber estado conmigo fuera el recuerdo de una realidad imaginada; pocas veces volteas para despedirte.

Recuerdo que la tercera vez que nos vimos, sonreíste levemente, cuidando que nadie lo percibiera, sólo yo. Ahí comenzamos a platicar con los ojos, y la primera vez que te comenté esto de los diálogos visuales me tiraste de loca; luego, lo entendiste todo, no sé cómo, pero no importa, Ernesto.
–¿Para qué te pones tanto maquillaje, amor?, tienes cutis bonito, te ves linda de cara lavada.

–Ay, no es mucho, nada más para cubrir mis pecas.

–Pero si de todos formas se te ven tus pequitas. –Después de tres años de matrimonio, él sabía perfectamente que no la convencería de no maquillarse, pero decírselo se había convertido en la liturgia matutina para complementar ese amor de la mañana tan apurado y seco, que terminaría pronto con el amor si no fuera por esas cursilerías que a todos nos gustan y que prometen que la noche será mejor que el día–.

–Mejor ve desayunando en lo que termino de arreglarme.
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Me agradó tu desde la primera vez que te tuve cerca, eso fue lo que no me permitió dejar de verte y casi me obligó a estar junto a ti. Te huelo tus pelos, tu abdomen, tu aliento y tu sexo.

Soy capaz de olfatear cuando me vas a sorprender por detrás para taparme los ojos. Huelo tus huidas y llegadas, tus molestias y promesas, tus orgasmos y descansos.
Saber la habitación vacía entre mis piernas y presentir que te aproximas por detrás de su umbral, distinguir tu aroma entre los de las sábanas limpias.
–¿Ya terminaste de desayunar? –Preguntaba por una respuesta que sabía de memoria. Las primeras veces, eso le gustaba; ahora, le causaba algo de tedio, pero éste no es dejar de querer, y a veces es justamente lo contrario–.

–Sí, apúrate que se nos hace tarde.

–Deja pintarme los labios. –Los gritos entre la cocina y la recámara. Uno puede estarse peleando desde esa distancia, pero uno sabe que el otro está ahí, a unos pasos–.
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Me agradó tu detalle. Desde que nos empezamos a ver, dejaste de fumar, ni siquiera me diste tiempo de pedírtelo; no lo hubiera hecho. Besarnos era todo al principio; luego fueron las caricias, las miradas, los olores y las camas de paso. De pronto pasaste de ser Ernesto el oficinista, a ser el compañero y ahora... Era como si tu lengua, al conversar, me anticipara todo lo que sucedería: lo del cuello, lo de los senos, lo del pubis y lo demás, también.

Me gusta tanto lo que me dices en esos momentos en que todo es: alientos de tibio afán y tactos de sobrada piel.

Si nos escucháramos hablar de amor no nos la creería nadie, ni siquiera nosotros, pues en realidad lo que hay entre los dos no es amor, quizás deseo, pasión. A menudo me da miedo decirte esto, temo que me respondas que sientes lo mismo que yo. Quiero que digas que me amas, que me besas y me miras con amor, que olemos a matrimonio, pero no, no estoy enamorada; ojalá que tú sí.


Es bonito elaborar, inventar nuestra realidad, improvisarla y hacer de nuestras cuatro horas, cuatro años; de los viajes en el metro, nuestros fines de semana; de cerrar las puertas del hotel, nuestros amaneceres. Que las personas que nos miran en la calle adivinen una pareja con un pasado bonito, con un principio de temblores entre la propuesta y respuesta: –¿Quieres ser mi novia? Que aprecien un sí, con su respectiva espera, y vean disgustos y reconciliaciones: historias que todos cuentan, algunos vieron y muy pocos sobrevivieron. Pero siento que sólo observan una pareja sin pasado que vive un presente apresurado y furtivo, intentando ganarle un lugarcito al tiempo, ese tiempo que todos llaman futuro.

El colchón es la coincidencia que poco a poco se va transformando en rutina y así ya no soporta nuestro peso, Ernesto. Lo único que nos salva es que el tablero de ajedrez de la ciudad es demasiado grande para no hacernos sentir en jaque mate, siempre nos hemos podido mover sin riesgos. Pero qué más da: Lo nuestro no puede ser nunca en la misma habitación.
–Esteban, ya terminé, ya nos tenemos que ir.

–Te ves bien, amor. Tómate tu jugo.

–Dame un beso.

–Vámonos.

sábado, 4 de agosto de 2007

Dedicado a la Distancia

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Abstract: In order to capture that thing we use to call Distance, it does not necessary explain it, understand it or avoid it. We need just to keep it near from us: looking it, feeling it. Some times we pretend that Distance can be shorted through our memories, but it doesn’t truth; Distance’s rhythm never will tend to us; it’s an untamed flight to the future. It doesn’t exist nostalgic without Distance, but we could have Distance due to negligence or forgetfulness.

Also, you can download CD by Meat Puppets: Too High to Die, 1994. We leave seventies’ rock, for a moment. This one of the most unrecognised bands from US; nevertheless, they were very good. Excellent guitar of Curt Kirkwood. You won’t disappoint to download it.
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En 1980, los hermanos Kirkwood, Curt (guitarra) y Cris (bajo), junto con Derrick Bostrom (batería), iniciaron la aventura llamada Meat Puppets o Carne de Marioneta. Comercialmente, no fueron muy afortunados; sin embargo, suenan bastante bien. Este, Too High to Die, es su disco más famoso.
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LA AMBICIÓN de esta madrugada empobrece los diccionarios y las enciclopedias. La persecución que inicio dilata las huidas y hace previsible cualquier escapatoria. La ambición es encontrar en las generalidades del saber, una particularidad que con el corazón intento vislumbrar ahora; la persecución, retener en su capullo los oxímoros de la vida.

Hoy me siento con la autoridad para declarar que el principio del mundo está en el paso que voy a dar a continuación, cuando vaya a la cocina a tirar la basura del cenicero, y que el fin del mundo está a mi espalda. No es jactancia gratuita, esto lo puede decir con la misma seguridad, cualquier ser humano.

La Distancia que guardamos de nosotros con respecto a nosotros mismos, suele ser abismal. No tenemos noción del tiempo que perdemos tratando de encontrarnos en las actitudes de los demás, de adivinar en el acierto o el error del otro, algo que podríamos corregir en nosotros para la próxima ocasión. Tampoco propiciamos la intuición de reconocer que no somos los portavoces del porvenir, que éste no es más que una conversación entre un corazón y una ilusión.

He reconocido diversas Distancias.

La que más me duele es la de mi madre que no la volveré a ver. Esta Distancia, aunque duela, es parte de la vida y es hermosa porque, en algunos días del año, cualquier mínimo detalle impregna el ambiente y soy capaz de creer, con la credulidad del escolar, que de un momento a otro, la saludaré otra vez. Evitar las distancias en la vida equivale a dejar los regalos abiertos la noche del 24 de diciembre.

La de mis abuelos que cumplen noventa y tantos y ochenta y tantos, desde hace años. ¿En dónde los esconden, con quién canjean los años por risas y anécdotas? No importa. Al hablar con ellos, uno siente que cae por las resbaladillas de sus ojos, pero al terminar de caer ya no hay valeros, maracas, canicas ni yoyos; sólo los dedos invasivos de Cronos esparciéndose sobre sus rostros.

La de los amigos que ya no vemos. Aquél que me invitó a su boda y no fui porque nos descuidamos mucho; esto no justifica mi falta, pero sí la explica. ¿En dónde quedaron nuestros secretos, esas confesiones que nos mostraron débiles, esas conversaciones que nos fortalecieron; las borracheras que creímos que nos unirían para siempre?

¿Qué fue del sentimiento de amor que me llevó de la mano a conocer su propio ataúd: el suicidio? ¿Qué fue de esas promesas que llegué a hacer al salir de un hotel de paso? ¿Qué, de las reuniones a las que quedé de asistir y nunca llegué?

Podríamos achacarle todo eso al olvido; pobre del él que sólo lo usamos como chivo expiatorio para todo en lo que hemos fallado.

La Distancia es bien entendida por los anacoretas y los jugadores de juegos de azar. El poeta suele cortejarla, pero hasta ahí, porque su labor es un constante contacto con la vida; a él lo mata la Distancia, aunque escriba y recurrentemente vuelva sobre ella.

Acá, la pretensión no es redefinir a la Distancia, simplemente hablar de ella.

Distancia que se olvida a la menor alegría, que el cansancio disfraza con recuerdos, que escondemos cuando llegan las visitas, que el sexo suele ahogar en cada orgasmo, que solapamos para sentirnos bien o mal… Distancia, déjate atrapar, que nos falta humanidad si no te dejas alcanzar.