domingo, 27 de mayo de 2007

Rock Mexicano o Rock a la Mexicana

Abstract: In order to explain this text, is basic to express that rock music is a cultural expression it was born in United States and England. It was a process since middle of fifties up to begin of sixties.

In countries like Mexico, the process was different due to cultural implications: firstable, rock music represented an innovation, a structural break of contemporary musical concept; in second place, our own idiosyncrasy. Those factors, through time results in two ways to approach to this music from point of view of the musicians: the rockers that adopted the rock music and the rockers that had found the way to contribute with mexican elements to rock music.

Into the first link, you will able to down load mexican rock (from eighties up to now): Rock mexicano. The other link, includes mexican rock with mexican identity: Rock con identidad mexicana.



Declaración Necesaria

Antes de empezar a escribir lo que leen, tenía en mente argumentar, de manera indiscriminada, la idea de que el rock en México se divide en dos: rock mexicano y rock a la mexicana. También tenía la intención de especificar que ninguna de las definiciones estaba por encima de la otra, que simplemente unas expresiones de rock eran adopciones de esa música que nos llegó desde Estados Unidos e Inglaterra; y otras, adaptaciones a nuestra idiosincrasia musical.

Esquemáticamente, el planteamiento era correcto, pero al incluir en este artículo el elemento temporal, que es el que implica el movimiento de los objetos de estudio, advertí que era alevoso tratar con los mismos juicios de valor a las primeras bandas mexicanas de los años sesentas y setentas respecto a las de los ochentas y noventas. Lo anterior me indujo a percibir que el rock, al ser una expresión cultural que nació en un país determinado, tiene un proceso de asimilación y un tránsito que experimentan las agrupaciones de otro país (en este caso México) con cultura y lenguaje propios. Es obvio que acá el movimiento tardaría algunos meses en reproducir esta novedad musical y algunos años para digerir y aportar elementos mexicanos. Esto no sólo explica el porqué las primeras bandas mexicanas empezaron haciendo covers de los éxitos de los grupos anglosajones, sino que también empezaran por escribir canciones propias en esa lengua (además del malinchismo de la industria disquera de aquéllos años y del mito de que el rock sólo se canta en inglés).

Es importante señalar, que el tránsito identitario del rock mexicano, empezó desde los sesentas, pero abordar esa parte de la historia sobrepasa la frontera temática de este artículo.

Adaptar y Adoptar al Rock

Poco a poco a finales de los sesentas, las agrupaciones mexicanas empezaron a escribir y cantar canciones en castellano; sin embargo, en el plano musical, prevalecieron los mismos esquemas, con excepciones como siempre. Ojo, no quiero demeritar el trabajo de las primeras bandas, al contrario, creo que debió ser desgastante luchar a contracorriente e intentar implantar un estilo propio, particularmente cuando los medios de comunicación masivos nunca impulsaron el movimiento rockero nacional liderado por Javirer Bátiz, Dug Dug's, Nuevo México, El Ritual, Three Souls in my Mind, Peace and Love, La Revolución de Emiliano Zapata, entre otros.

Sin embargo, el rock no es asunto de un quinquenio ni de un grupo, al cabo de varias generaciones y con un bagaje rockero y musical mayor, Surgieron grupos y solistas que empezaron a dotar al rock mexicano de una identidad propia en los planos musical y lírico, incluso en cuanto a presencia se refiere. Pocas cosas más características en el rock mexicano que el clásico: ¡Queremos rooock!, de Alex Lora.

Breves Apuntes sobre Lírica y Música

Sin intenciones de hacer crónica o agotar el tema, exploremos un poco lo lírico. Creo que –sin menoscabo de la alta calidad lírica, o poética en algunos casos, de José Cruz, Carlos Arellano o Rafael Catana, principalmente– Jaime López, Rockdrigo González, Botellita de Jerez y Mamá-Z, han sido la máxima expresión en cuanto a innovación lírica mexicana a la música de rock, se refiere. A riesgo de equivocarme, porque incluso en mi propio país es difícil acceder a todos las bandas debido a problemas de difusión –y de consumo por parte de este redactor–, me parece que estos señores empezaron a plasmar en sus letras el lenguaje típico de los barrios, el caló, el doble sentido y el albur, y de una manera magistral. Es tema de otro artículo explicar a los amigos de otros países de habla hispana, los juegos de palabras y el significado de frases como: “Dennis no la hagas de Toks en Wings”, de los Botellos; “es el E.T. que en dondequiera se mete” de Rockdrigo; “Se va lastimar con ese pastel, con ese pastel se va a lastimar” de Mamá-Z; y probablemente la canción más emblemática en este sentido Chilanga Banda de Jaime López que empieza: “Ya chole chale chilango que chafa chamba te chutas...”. La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio al igual que El Personal, entre otros, también lo hicieron.

Musicalmente hablando Jaime López, Botellita de Jerez, Sangre Azteca, Maldita Vecindad y La Barranca, me parecen las más afortunadas en la labor de pasar por el tamiz de lo mexicano, la música de rock.

Lo que quiero decir es que hay canciones que por su estructura musical, sería inimaginable que las hubieran hecho en cualquier otro país, debido a que contienen elementos propios de la cultura del mexicano citadino. Esto es sumamente difícil cuando se pertenece a un género como el rock que constantemente está cambiando. Los grupos o solistas mencionados, sólo lo hicieron en contadas canciones, y ello es lo valioso de esos ejercicios musicales, lo que los hace representativos y los distingue del resto. Ello no hace mejor o peor a un grupo o solista, los hace diferentes.

Por otra parte, en los años ochentas surgió, con Caifanes al interpretar La Negra Tomasa, la especie de moda de hacer versiones en rock de canciones clásicas mexicanas de otros géneros, que es una cosa muy diferente a lo planteado en el párrafo anterior. Una cosa es adoptar y otra adaptar. Fueron muchos grupos más los que hicieron lo mismo. Particularmente, no tengo nada en contra de ello, incluso varias versiones de rock me gustan más que las originales.

Últimos Comentarios

Esta falsa disyuntiva entre el rock mexicano y rock a la mexicana, me parece ahora más un problema semántico que musical. Pero la reflexión es importante para ubicar a los responsables de darle poco a poco identidad al rock mexicano, a partir de genialidades musicales y/o líricas.

PD: La selección de canciones en los links estuvo limitada por la colección discográfica del redactor, y sólo representa una porción que sirve para ejemplificar lo expuesto en el artículo.

sábado, 19 de mayo de 2007

Empleando el Desempleo (Employing the Unemployment)

Abstract: This reflection it’s about unemployment since a personal point of view. Forgetting the numbers and index. It’s a fact the lack of employ have a lot implications in our lives, but almost never we think that this phenomena like a structural capitalism problem, even we internalise it and we look it like our own problem, and we feel us incompetents.

Otherwise, we propose an international labor agenda that observe the reduction of workable hours; that it’s a titanic objective too, but is more human, because we are losing the capacity of enjoying the little personal instants that make us humans been. We need to find the equilibrium, the equation, between salary and personal time, it allows us living with dignity.
Para descargar las canciones dale clic aquí / To download the songs press here

Introducción Innecesaria

En el link de arriba se puede descargar una selección de diez canciones en donde las letras versan alrededor del desempleo. Canciones como Algo Personal de Serrat, Sr. Cobranza de la Bersuit, Mala inversión de Real de Catorce, Este Barrio con Baglietto, Ocio y Negocio de Danza Invisible, Treintañeros de C. Arellano, entre otras.

No es motivo de este texto profundizar sobre los indicadores del desempleo y su mala calidad remunerativa que en promedio impera en el país, así como en el resto de América Latina; la intención es otra, es vindicar algunos aspectos humanos relacionados con este fenómeno socioeconómico.

Es menester acotar que en este escrito por desempleo se entiende la falta de actividad remunerativa. Para las actividades no remunerativas, prefiero la palabra “quehacer”, ya que está más alejada de lo pecuniario y toda su parafernalia.

Empleando el Desempleo

Uno se encuentra desempleado, pero con la expectativa de que pronto se va a encontrar alguna chamba o laburo. Pasan los días, pero en ellos nada de lo que esperamos. Más temprano que tarde, la expectativa se torna esperanza cuando no en utopía, ya no digo quimera.

En ese transcurso, uno se hace preguntas, en mi caso, muchas preguntas que lo mismo me las hago cuando trabajo que cuando no. Una de estas preguntas es: ¿si hay tanto dinero en el mundo por qué tanta bronca? Seamos honestos, las economías generan mucho dinero, hasta las tercermundistas, pero está desigualmente distribuido. Y no es cuestión de ser buenos o malos negociantes, sólo hay que leer historia, confirmar el capítulo XII de El Capital, ver la evolución de los países colonizadores y los colonizados; o para no vernos tan rojillos, averiguar cómo virtudes y defectos propios de la cultura occidental como la omisión, la corrupción, la ambición o la negligencia, entre otros estructurados de cierta forma bajo el capitalismo, son capaces de exponenciar lo peor para la mayoría de los seres humanos.

Poco a poco, nos cansamos de respondernos a nosotros mismos, hasta el punto de convertirnos en unos profesionales del cansancio, diría J. J. Arreola.

Luego de unos días, empezamos a advertir el deterioro, que la gravedad horizontal subieliana existe, que el grifo tiene gotera, que a la televisión le hace falta un regulador de energía, que no hemos leído el libro que compramos para el verano pasado, que a la Iglesia ya le han dado una mano de pintura, que el vecino ya tiene canas y casi se queda sin pelo, que tenemos dos cicatrices más en la mano y el corazón, que la foto de una ex novia ya no nos hace sonreír.

Todo ello me hace pensar que dentro de la agenda laboral del capitalismo (si es que existe), tendríamos que incluir la reducción de horas laborables. Si los incrementos salariales decentes en economías como las latinoamericanas están vedados por los fundamentos macroeconómicos (la inflación, particularmente), deberíamos pugnar por la reducción de horas mal llamadas hábiles. El reto es igual de titánico, pero el objetivo es más humano. Dejamos pasar muchos detalles todos los días, nos hemos dejado acorralar y nos preocupa, justificadamente, algo que no podemos controlar.

La bronca con el tipo de empleos que predominan son dos: el tiempo que le han ganado a las personas en busca de mayor productividad y la cantidad cada vez menor de dinero adquirida vía salarios, es decir, en México un peso de 1974 compraba lo que tres o cuatro pesos de 2006 pueden comprar hoy en día.

Tampoco se trata nada más de quejarnos cuando no tenemos trabajo, sería hipócrita de mi parte criticar este juego únicamente cada vez que pierdo, y esto me hace decir que la vida es un juego en donde lo importante es jugar, perder o ganar son estancias necesarias para seguir jugando, de ninguna manera son el ultimátum. Es como escuchar a Michael Jordan y a Dan Marino hablar sobre la filosofía de la competencia, la percepción de la gente no sería la misma y probablemente el discurso resultaría idéntico.

Apuntes Finales

En la antigua Grecia, al ocio se lo tenía en altísima estima porque en él se reflexionaba, no tenía las connotaciones de ahora. De hecho, la actividad comercial no era tan bien vista como lo es ahora. Cómo cambian las cosas, pero bueno, creo que la ociosidad es una práctica sana, estoy plenamente identificado con los grandes griegos, ¡qué le pasa a la cultura occidental que modifica tanto su parecer! En fin, que de vez en cuando nos inventamos dos o tres mentiras al día para sobrevivir, para evitar que la expectativa envejezca y se vuelva esperanza. Lo que pasa es que en la expectativa, más o menos controlamos la situación, hay ansiedad; en la esperanza todo es angustia.

sábado, 12 de mayo de 2007

D'Alembert

Abstract: This tale is important part of the previous (Alexander Botafogo), and both are connected to the tale: Los Relojes (The Clocks). In this text, D'Alembert reveals a milenary found of a man who has had living several lives, with diferent names, through time. We do not yet, what it's the intention of D'Alembert and his partners, why they looking for him? But this man living in México City right now, and some people it's dying for don't say nothing about Alexander, why?

–Cuando lo conocimos, hará unos 3 mil 600 años, intuimos que explicaba y justificaba nuestra existencia. Con el transcurrir de los siglos, esa intuición se tornó en sospecha, entonces empezamos a procurar no perderlo de vista; pero siempre ha sido muy escurridizo. Poco tiempo después de Cristo, al fin la sospecha se disipó y se transformó en la certeza de que ese hombre nos explicaba y justificaba en este lugar, en esta existencia. Pero ya era muy poderoso y la única vez que pudimos enfrentarlo nos venció. Pero ahora es diferente, ahora nosotros conocemos nuestras capacidades y él se está cansando, la resignación, el deterioro a su alrededor lo está mermando. Ahora ya no debate, sino se confiesa. Claro, es mucho mejor que ustedes.

–¿Cuántas decenas o cientos de años pueden resistir ocultos en la razón, al amparo de una serie de argumentaciones lógicas, antes de que se vuelvan a hacer pedazos con el afán de reconstruir sus esperanzas? –D’Alembert reflexionaba–. Lucy jamás los va a dejar de perseguir; pueden tomar atajos a la civilización absoluta a la modernidad total, pero son sólo simplificaciones, tarde o temprano tendrán que retomar el sendero que los hace ser lo que son y no lo que pretenden ser.

¿Quién eres, por qué me tienes amarrado?, suéltame, –Decía él con entereza, casi sin poder evitar mostrar angustia ante su situación–.

–Por qué no se quieren dar cuenta de que este es el infierno, no hay cielo para ustedes por mejor que se porten, no está en su naturaleza. –Continuaba D’Alembert su discurso como si su prisionero no existiera–. Cada niño que nace es un ser que cometió alguna atrocidad en la tierra. Esto no es la tierra, es el averno y su necesidad de un mundo mejor no es más que el eco de su vida pasada en la tierra.

–No es verdad que cristo no existe, lo que pasa es que prefiere el silencio, pasar desapercibido antes de que lo vuelvan a señalar. La última vez que lo vi quería ser millonario para comprarles la Fe a los seres humanos. Lo más que ha logrado es extorsionar a unos cuantos niños de la calle y a unos tristes hombres cansados.

–¿Qué quieres de mí?, te puedo escuchar todo el día sin estar atado, soy bueno escuchando a la gente –le comentaba él haciendo gala de su sentido de la ironía–.

–¡Dime dónde está Gaspar!, y no me digas que no lo conoces, escuché varias conversaciones telefónicas en donde hablabas de él –D’Alembert ahora estaba enfurecido, pronunciar ese nombre lo exaltó–.

–No, no, no... Gaspar de Berenice es un nombre ficticio. Es el personaje central de la novela de un amigo; incluso, después cambia de nombre a Alexan... –Un golpe certero en la quijada de él, salpicó de sangre la pared–. ¡Cállate, sé que lo conoces, me lo digas o no de acá no vas a salir vivo! –D’Alembert ya había perdido los estribos, y volvió a golpearlo dos o tres veces más.

–¿Y si no voy a salir vivo para qué te lo digo? Llevamos varias horas acá, no voy a decir más nada. Es más, creo que estás loco. ¿Qué es eso de que esto es el infierno,... y entonces por qué cristo quiere comprar Fe. Nada de lo que dices es razonable –Con dificultad, él balbuceaba palabras para provocar a D’Alembert y apresurar su ineludible final.

–No digo que tenga razón en lo que digo, sin embargo es verdad. No todas las razones son verificables; en cambio, la verdad sí lo es. Ese es problema de ustedes, son unos racionalistas –Refutó un D’Alembert relajado y recompuesto.

–Tarde o temprano encontraremos a Yu el Grande, Gaspar de Berenice... o como se hace nombrar ahora: Alexander Botafogo. Aunque ha asumido más nombres, no importa, le hemos seguido la pista y pronto lo detendremos.

–Si no lo has atrapado hasta ahora, ¿qué posibilidades tienes de hacerlo? –dijo él con sorna–.


–Parece que has elegido la burla como la última actitud en tu vida. No entiendo por qué lo proteges, no te beneficia en nada mentir sobre su paradero; en realidad no me interesa mucho, con saber que está en México me basta por el momento.

D’Alembert asestó el último golpe en la sien de él y murió. Cerró la puerta, partió. Se fue con la sensación de que pronto enfrentaría a Botafogo.

sábado, 5 de mayo de 2007

Alexander Botafogo

Abstract: This story is about Alexander Botafogo. Tradition says this man was the first homosapiens that had thoughts and feelings, and was capable to have certain about himself. Experimenting first time those privileges, thoughts and feelings, gives him immortality. Next paragraphs recovers some words of Botafogo somewhere of Mexico City in 1999.
La tarde del 23 de abril de 1999, conversé con un inmigrante brasileño en el café La Selva, en Coyoacán. Fue una de esas charlas que empieza sin amabilidades furtivas y convencionales ni terminan con despedida. Estaba esperando a mi amigo Victor, pero éste ya tenía más de media hora de retraso. Todas las mesas estaban ocupadas. Serían como cuarto para las siete de la noche cuando al lugar arribó un señor con una personalidad tempestuosa. No hubo persona alguna que no lo volteara a ver; él no miró a nadie, me parece.

Mi mesa era la única ocupada por una persona, en todas había por lo menos dos comensales. Él se acercó a la barra y pidió un café; volteó y con los ojos recorrió el lugar. Con la diestra tomo su café y se aproximó a mi mesa. –Podré sentarme acá, dijo con voz grave y sin el tono clásico de una pregunta. Yo no pude más que asentir con la mirada, pues no me sentí cuestionado y por lo tanto autorizado a negarle un derecho que exigió.

Era blanco y alto, con una larga barba blanca y descuidada. Su rostro me pareció excesivo. Sus ojos tenían la espesura de un arrepentimiento no consumado; su mirada, la de una expiación jamás adivinada. –¿Esperas a tu novia o a algún amigo?, me espetó de pronto y me extrajo de mis impresiones como a un salmón recién pescado en la creciente de un río estadounidense. –A un amigo, respondí, pero parece que no va a llegar, quedamos a las seis de la tarde.

–Me llamo Alexander Botafogo, dijo mientras extendía su mano. –Soy responsable de imperios asiáticos caídos, del descubrimiento de este continente mal llamado América; víctima de una inmortalidad indeseada, culpable de decisiones que costaron miles de vidas. Ahora, dime tu nombre.

Entre la ridiculez de sus palabras y la seriedad de su tono, sólo atiné a decir: José Israel.

De pronto me sentí acosado por el impersonal acento de Alexander. No sé si primero pensé en pedir la cuenta o marcarle por teléfono a Victor, pero no hice nada. Con una timidez llevada a rastras hasta mi boca, le pregunté: ¿A qué se dedica en la vida? Su respuesta fue un desfile parsimonioso y entretenido de recuerdos, que por la forma con que los evocó parecían más invenciones que experiencias. Me acuerdo de esos momentos como se recuerda un libro que nos contaron y que jamás quisimos leer.

He intentado ser lo más preciso posible, pero la memoria sólo me ha licenciado a referir su contestación de la manera siguiente (sé que omito muchos datos y detalles, pero por más que lo he deseado, no he podido recuperar su testimonio intacto).

–En mi vida, que es más fácil contar por milenios que por décadas o años, he ejercido casi todos los oficios de que es capaz un hombre. Recuerdo que antes de la época de los griegos ejercí magistralmente la estupidez. Fue en Tracia, lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Todos los jerarcas, yo entre ellos, eran casi sabios y hombres de alta fe. Un buen día descreí de los Ritos Órficos y la sabiduría imperante, que de ellos se desprendía. El rey Seuto, imponente como siempre, decretó mi estupidez; no la negué y no fue por temor, sino que intuí que su palabra no debía ser refutada. Pasaron los años y yo permanecí en mi tierra autoexiliado. Explico que mi estupidez fue magistral porque jamás refuté al rey ni a la doctrina órfica.

En aquel tiempo mi nombre era otro que ya he olvidado.

Luego, rememoro que antes de llegar a este continente en 1315, practicaba el nestorianismo. Para entonces ya había practicado varias creencias y ésta me parecía, por lo menos, coherente con mi manera de vivir.

–Decía que cuando arribé a estas tierras, ya cansado de haber ejercido la estupidez y la filosofía, harto de ejercer de heresiarca y demiurgo, me dispuse a ejercer el desprecio y la lástima. Demasiadas miradas nativas vieron con desprecio en mi cara sus escupitajos; otras tantas, me compadecieron. Al principio no entendía sus palabras y ello me hizo sentir infinitamente ignorante; cuando empezaba a entender la lógica de sus expresiones orales, me sentí humillado. Fui feliz el día que me ofrecieron comida junto a unos perros pelones y flacos.

Casi dos siglos después, llegaron a estas tierras hombres parecidos a mí. Decidí entonces ejercer la indiferencia. Cambié de nombre a Alexander Botafogo (antes de partir de Europa me nombraban Gaspar de Berenice). No guardo ningún suceso entre la llegada de los europeos y las primeras independencias de los países americanos. Bueno, sí los tengo registrados en mi memoria, pero me parecen como una procesión de acontecimientos sin nombres o con nombres, pero sin significado para mí: vi hombres barbados que degollaron a niños privados de llanto, a mujeres que fueron violadas con rencor esmerado. Fui testigo de saqueos y destrucción como no lo veía desde la época de las Cruzadas. Pero te confieso que no me importaba nada en aquél entonces.

En la época de la Revolución Mexicana ejercí la audacia y la traición, fui consejero de Victoriano Huerta y confidente de Henry Lane Wilson. Fui amigo de Zapata y de Villa. También fui emisario de Carranza y use varios alias, entre ellos el de Jesús Guajardo.

Desde hace años ejerzo la mentira, aunque te confesaré que con demasiada torpeza. Después de vivir tanto tiempo, me es imposible mentir; es más, creo que el ejercicio de la originalidad ya me está vedado. Cada vez que pienso algo y que creo que es auténtico, recuerdo que ya lo he visto, leído o vivido. Hace mucho tiempo que mis pensamientos sólo son como las pieles viejas de esa serpiente inmortal que es el tiempo. Eso es lo que más duele de ser un hombre inmortal, ser incapaz de crear. Por eso es que durante los milenios recientes me di a la labor de estos oficios humanos, para acercarme a la creación aunque sea de lejos, aunque sólo sea para sentir el rumor de la originalidad al ejecutar tareas humanas por más ruines que te parezcan. También he ejercido el amor, la pasión y la locura; la paciencia, el valor y la bondad. Pero nada me ha hecho sentir como aquella lejana mañana invernal del Asia, cuando aún nada ni nadie tenían nombre (si supieras como se inventaron los nombres de las cosas que conoces), en la que asusté a toda mi manada al levantar unas ramas que se consumían y con humo negro olían raro.