domingo, 30 de enero de 2022

Hipótesis sobre los Amores Divididos

Esta historia la contaron unas Orejas de elefante en el parque más próximo a mi casa. Quizá la escucharon de alguna conversación, tal vez son capaces de escuchar los pensamientos de quienes se asolean sentados en las bancas. Entendí su mensaje por la noche, en mis sueños.

Hay almas o energías vitales, cuya experiencia orgánica ha sido privada de amor profundo, el tipo de amor que abre a las personas y mediante el cual éstas pueden abrir a otras, dando por resultado una experiencia insuficiente para cubrir todo el espectro de posibilidades de La Vida. Esto ha provocado una carencia en esas energías, por lo cual continuamente son enviadas de vuelta a alguno de los miles de planetas con vida orgánica e inteligente y completar esa forma de existencia.


—La Vida —continuaron las hojas de un Naranjo— es una fuerza inexplicada y toma las riendas y asume la responsabilidad de lograr ese objetivo. La Vida se cuela a la vida de las personas, para llevar un seguimiento y reorientar a quienes se alejan de la plenitud al estrechar sus posibilidades sensitivas y emotivas.


La Vida suele personificarse en la rutina de algunas personas con un carácter y una apariencia jamás imaginadas. Se aparece con el propósito de ayudar a poner a su alcance lo faltante por vivir: un gran amor, una gran amistad, una gran decepción o un grave dolor; sentir una profunda creencia espiritual; inventar un dispositivo útil o escribir un poema que haga sonreír o llorar en la intimidad; la aceptación de la muerte propia en cualquiera de sus formas y una cantidad indeterminada de cosas más. Sin embargo, hay problemas, uno de índole colectivo y otro en el ámbito personal. El primero prolifera peligrosamente porque muchas almas se han habituado a regresar a la existencia orgánica y están colmando a ese tipo de vida de mucha sofisticación y parafernalia. La gravedad radica es su capacidad para memorizar casi todos sus aspectos y están alterando las experiencias de almas de reciente ingreso, ingenuas por naturaleza en los sistemas colectivos.


Unas flores desconocidas interrumpieron al Naranjo y afirmaron: —El problema de índole personal está ocurriendo en personas con apegos insanos muy finos, capaces de camuflarse formidablemente en formas de desentendimiento de sus vidas o de las ajenas. La Vida ha observado de cerca a esta gente y ha logrado efectividad al presentarse en alguna de las siguientes maneras:  1) una larga amistad contemporánea visitada pocas veces a lo largo de los años y los alecciona, 2) un gran maestro de la vida con disposición y gracia para mostrarles novedades y 3) un gran amor convertido en tal, más por admiración que por atracción. De acuerdo con La Vida, esas tres rutas (la amistad entrañable y casi inaccesible, el aprendizaje lúdico y sorpresivo, así como la intención de adquirir un saber elevado) parecen ser la forma más eficaz para descolocar de su terquedad y negligencia a esas personas y ayudarlas a fluir antes de abandonar su vida orgánica.


El Abedul, quien parecía ser el más sabio del parque, apuntó: —En ambos tipos problema, hay un factor común: el apego insano o hábitos deteriorantes. Por un lado, en el plano colectivo provocan una repetición de la historia, de la trama con diferentes nombres; por el otro lado, en el ámbito personal evitan el entendimiento y aprendizaje; mantiene a las personas encerradas repitiendo su historia, su drama en cada una de sus relaciones sociales y personales.


Este apego de las colectividades es claro, así como sus motivaciones: retener el control y mantener el deseo de control de los controlados. Por su parte, el hábito personal primero requiere crear o tener un contexto, un conjunto de circunstancias adversas para después dejarse controlar por ellas. El golpeteo emotivo y sensitivo reiterado crea en esas personas un apego al mismo.


Pregunté si La Vida misma puede estarse sintiendo ligeramente amenazada, si ella no tiene los mismos síntomas analizados, si no ha generado su propio drama y sus incursiones e intervenciones acaso sean, también, parte de un hábito insano apenas sospechado y no desea develarlo. Un Cactus con voz grave y tono casi pedagógico, intervino: —Eres el más testarudo de todos. La Vida no tuvo más opción que acercarte a nosotros, ponerte frente a unas plantas pensantes y parlantes, para ver si La Maravilla te saca de ese aturdimiento donde te pierdes y encuentras sin cesar—. Salí huyendo de ese parque, instalándome cómodamente entre las colchas donde recostado recuerdo lo narrado.