sábado, 2 de enero de 2010

Mi Hermano Mayor

Estoy sentado frente a mi escritorio y recuerdo, simplemente recuerdo. Cuando éramos niños, miraba con tremenda admiración la altura que alcanzaban los pedazos de tronco o los palos que mi hermano lanzaba hacia arriba, intentaba pegarle a las ramas de las palmeras y en ocasiones lo lograba. Yo con todas mis fuerzas intentaba que mis lanzamientos obtuvieran las mismas alturas, pero era inútil, Oscar era más fuerte y alto que yo: era el mayor.

Quería mucho a mi hermano y lo digo en pasado porque ya falleció. Ahora lo que siento por él es muy diferente, en la misma magnitud, pero no hay una palabra, por lo menos no siento que querer sea el verbo adecuado, tampoco recordar. Insisto en que lo quería porque durante mucho tiempo lo envidié. Fue en la juventud cuando mis padres exponían mi pereza o incompetencias por medio de la comparación con él.

–Oscar a tu edad ya se había titulado, ya tenía novia, trabajo… –Me sermoneaban mis padres, que a pesar de todo sé que me querían–.

El amor a veces no fue suficiente, por lo menos para mí y, entonces, llegué a detestar a Oscar.

Mi padre, en particular, fue de derecha, conservador y panista. Cuando Oscarito se enroló con el Partido Revolucionario Institucional y fue Senador y luego secretario de Estado, pensé que sobre él penderían las críticas de mi padre; no fue así, se limitó a escucharlo y guardar silencio. Yo no entendí por qué no lo reprendió con la fuerza que hubiera hecho conmigo, si hubiera sido el caso.

Reconozco su inteligencia, su sagacidad para la política, ¡pero qué acaso mis padres no pudieron ver que yo fui y soy muy hábil para los negocios!; he logrado triplicar el capital que nos dejó mi padre.

Mi hermano murió hace un par de años y no sé por qué diablos siento que mis padres, antes de fallecer, me miraban con cierto… no sé cómo llamarlo. No es que hubieran preferido que yo falleciera en vez que Oscar, pero cuando me miraban sentía algo similar. Entre los tres ya sólo había una especie de administración del amor.

Lo que me interesa decir es que, no obstante que a Colosio le impusieron a Ernesto como coordinador de campaña presidencial, fue Oscar quien realmente la operó desde antes del 10 de enero de 1994. Oscar y Luis fueron muy unidos desde que se conocieron. En aquellos días, el tema de conversación en las reuniones de trabajo entre los cuatro, era el levantamiento zapatista. Zedillo, cuyo rostro prefiguraba una inteligencia que nunca mostró, intentó dirigir y cimentar la campaña con los discursos pro indigenas. Siempre se iba temprano y hablo de encerronas de 10 ó 12 horas, a veces en la casa de Oscar y otras en la de Ernesto, Luis o la mía, dependiendo si estaban o no en la capital.

Pero Oscar y Luis eran muy apasionados, podían pasarse toda la madrugada planeando los actos de campaña del mes. Era muy chistoso ver, cuando tuve oportunidad de presenciarlo, la cara de Ernesto cuando se enteraba que todo lo acordado en una sesión de trabajo, había sido totalmente modificado por los otros dos, en el transcurso de la madrugada.

Sólo una vez los mandó al carajo y estuvo a punto de abandonar la nave, si no es por una intervención de Carlos. Él continuó hasta el final de la campaña y posteriormente le dieron la Embajada en Estados Unidos. Recuerdo bien que a mediados de febrero se redactó la agenda de trabajo por el norte del país, para el mes siguiente. El domingo por la noche, Zedillo se fue de la casa con ese plan; a la mañana siguiente, Oscar y Luis ya habían rediseñado la agenda, adelantaron la visita a unos estados y pospusieron la de otros.

Ernesto reventó y perdió la compostura. Gritó, manoteó, amenazó; pobre, no lo culpo, se ha de haber sentido anulado. Yo en su lugar hubiera renunciado. “Así es esto de la política, guanaco”, solía decirme mi hermano con su sonrisa “sabelotodo”, cuando pasaba algo que yo no entendía o no quería entender y me encabronaba por ello.

Fungí toda la campaña como “asesor” de Oscar, en realidad era la boca, ojos y orejas del grupo de empresarios más importante del sur sureste del país, al cual yo pertenecía y presidía en mi calidad de Presidente del Consejo de Administración de la cadena farmacéutica más importante de esa zona.

A finales de marzo, creo que el 22 ó 23, se dio la charla más interesante y que a la postre marcó la diferencia para el país. Yo estaba, preparando una serie de propuestas para cuando visitáramos Yucatán y Quintana Roo. De pronto lo escucho decir:

–Vamos a ganar, Luis. Cuauhtémoc está muy débil, Diego está en el mercado; es hora de apostarle al fomento del aprendizaje social organizado; vamos a repartir el poder, hasta cierto punto, mediante una profundización de la descentralización de la gestión gubernamental. De los estados a los municipios, hasta donde se pueda–.

–Subsidiariedad –Apuntaló, Luis, como si una sola mente pensara y hablara con dos bocas–.

Empezaron a armar todo un andamiaje político y administrativo, como un par de escolares jugando al Tente.

–Nadie cree que los chinos vayan a mantener este ritmo de crecimiento durante 10 años más, pero casi nadie sabe que en los próximos quinquenios el Estado chino va a empezar a invertir en la parte occidental de ese país. Casi todo su crecimiento se ha basado en inversiones en la parte oriental –Luis caminaba por todo el estudio, como si buscara en los rincones o en los anaqueles, algunas frases con que continuar su discurso–.

–Sí, serán los estados del sur mexicano la punta de lanza de la inversión física estatal y privada –Oscar volteó a verme como diciendo, ahí vamos–; –el Estado mexicano será reconstruido. Esto será una labor que trascenderá el sexenio–.

–No sólo eso, Oscar, tendrá que romper con rutinas burocráticas y limitar los poderes fácticos. Carlos lo hizo con el petrolero, yo lo haré con el educativo –Luis se quedó unos segundos mirando el techo y después, para concluir sólo dijo: –televisoras y bancos, también–.

–El pedo va a estar en las dos secretarías más importantes del país: Hacienda y Gobernación–.

–Sí, la tensión será mucha porque ahí no vamos a tener margen, será otra gente la que se quede con ellas–.

–Pero se pueden hacer muchas cosas con las otras, en especial con las de Educación, Agricultura y Desarrollo Social… Ah, y el Banco Central–.

–Y en términos jurídicos, ¿cómo ves estas propuestas? Con la mayoría en el Congreso, pasan–.

Oscar y yo leímos un par de cuartillas en las que Luis plasmaba las ideas generales de una serie de reformas políticas. Ahí, Luis decía que en las elecciones presidenciales participarían todos y cada uno de los mexicanos mayores de edad y que se harían, igualmente, cada seis años con posibilidades de reelección.

También, que cada 20 años, habría votaciones sobre el modelo de crecimiento económico que conviniera al país. En éstas, sólo podrían votar los profesionistas. A partir de estas elecciones se determinaría la aplicación de un modelo en donde preponderara el Mercado o el Estado y, en última instancia, se definiría el tipo de inserción de México en la regionalización y mundialización económicas.

–Luis, ¿cuál sería el objetivo de esta propuesta?; la veo políticamente inviable –Comenté mientras Oscar con el índice tallaba su barbilla Se levantó y dijo.

–Justamente porque es inviable es por lo que debemos subirla al Congreso, y convocar a elecciones de modelo económico a más tardar en 1996. Si nos esperamos al 97, el tipo de democratización que se está dando en el país, va a derivar en un periodo de por lo menos 20 años en los que el Congreso parecerá mercería y ninguna reforma de fondo va a pasar o será alterada con otros fines. Una democracia tarda quinquenios en cristalizar y la forma que adquiere depende totalmente del tipo de “autócratas” que precedieron y fomentaron el cambio–.

–Si logramos separar el calendario presidencial del modelo económico, se habrá ganado mucho, ¿no creen? –Preguntó ansioso por escuchar nuestra reacción.

–¿No creen que la gente sentirá que es una medida que discrimina a la mayoría de la población? La prensa hablará de discriminación social o socioeconómica, harán escarnio de nosotros –Luis esperaba que Oscar lo refutara–.

–Habrá que defender la idea en público. Puede que sea discriminatoria, ¿pero acaso no es peor hacerle creer a la gente, a un pueblo que tiene en promedio cinco o seis años de estudio, que está preparado para "administrar la abundancia", que vamos a entrar al "primer mundo" por medio de un tratado de libre comercio, que son perfectamente capaces de "diferenciar la oferta política" de los tres grandes partidos? Me parece que tenemos parque para armar un buen discurso en la defensa de esta idea, ¿no les parece? –Dijo convencido mi hermano mientras los tres nos miramos con complicidad–.

Oscar agregó que, por otra parte, la propuesta podría funcionar como un catalizador que ayudara a darle perspectiva a una clase media que carecía de ella, de postura uniforme, de asociación. La mayor parte de los profesionistas del país pertenecen a la llamada clase media, pongamos los deciles V y VI de la distribución familiar del ingreso; los que ganan entre 25 y 40 salarios mínimos, desde el punto de vista del ingreso personal.


Esa noche no dormimos, pero fue muy prolífica.

Se llevó a cabo el plan de Luis y Oscar. Hoy, 15 años después, el Producto Interno Bruto (pib) de los ocho estados del sur sureste ronda 23% del total nacional; de esos estados, sólo Chiapas y Oaxaca permanecen con alto grado de rezago social, el resto están entre bajo y medio. El país tiene cinco años creciendo a 6% anual y la inversión física bruta ronda 27% del pib.

Ha habido alternancia en la silla presidencial, en ella ya estuvieron los tres partidos fuertes; al que mejor tiempo le ha tocado es al prd, pero en realidad se debe al proyecto de modelo económico que no ha cambiado desde 1995 y por lo menos no lo hará hasta 2015, cuando se repita el periodo de elección de modelo económico.

Ayer me encontré a Luis en una reunión y me dijo como quien guarda un secreto: –Esto debes tenerlo tú, Julián, es parte del trabajo que realizamos tu hermano y yo, pero ya no alcanzamos a concretarlo, de hecho ni siquiera lo divulgamos–. Me entregó, un disco compacto que dice: Estructuras de pregobierno.

Lo guardé en el bolsillo interior de mi chaqueta y nos despedimos. He prendido la laptop y estoy por abrir el archivo.

Estoy sentado frente a mi escritorio y recuerdo, simplemente recuerdo con tremenda admiración la inteligencia que tenía mi hermano, lanzaba ideas que a veces pegaban y otras simplemente no. Él, hasta antes de su aventura con Luis, siempre intentó imaginarse un país menos desigual, pero decía que le costaba trabajo porque la posibilidad ni siquiera era real. Yo con todas mis fuerzas intentaba que mis ideas obtuvieran los mismos resultados, pero era inútil; yo luché, toda mi vida lo hice, por mi familia, a lo sumo por un grupo empresarial; Oscar siempre fue más solidario. Mi hermano mayor.