martes, 30 de diciembre de 2008

12 Uvas con Semillas

Este último texto del año, que no tiene nada que ver con su título por un simple arranque de antipodismo, expresa lo que a juicio del redactor debieran ser algunos puntos de atención no sólo durante 2009, sino hasta el 2012 (y no precisamente por ser año electoral) para el ser humano.

1, 2, 3. Como civilización occidental, obviando todos sus entretelones, ya nos hemos dado cuenta a lo largo de los últimos 25 años, que tan sólo somos una forma de vida más en el Cosmos, y que lejos de preocuparnos por intentar tener contacto con otras formas de vida extraterráqueas, debemos aprehender el arte de sobrevivir dentro de una ruta de autodestrucción de la que no será fácil salir.

Si seguimos fundando nuestros intereses en torno a la Propiedad y la Plusvalía, podrá haber Reforma, Revolución o Preservación, pero no Evolución. Por otra parte, el tiempo es propicio para elevar el discurso por encima de las Banderas y el Estado-Nación; optar por la generalización de organizaciones sociales regionales. Los primeros pasos son los de Europa. ¿Qué no hay condiciones para el cambio en latinoamérica? Nunca las habrá; hay que inventarlas porque históricamente los cambios se han dado en función de estrategias de poder, es decir, cuando los actores que detentan el poder, advierten que pueden mejorar su posición, ya sea a través del acuerdo o la violencia, los promueven.

Es por lo anterior que hay que trastocar la estructura de la civilización, y lo ligo al punto siguiente.

4, 5, 6. El Derecho, la Ley. Digamos que el documento por excelencia de este sistema intelectual es el Acta de Constitución Nacional. Ahí sucede todo, se asientan los órdenes político, social, económico, etcétera. A partir de ahí uno adquiere o niega su identidad, sus valores y prejuicios; toda la gama actitudinal. A partir de esos documentos nacionales se tejen confabulaciones y se protegen derechos; se fomenta la discrecionalidad, pero también el instinto de la vida.

Judicializar las relaciones sociales es un arma de doble filo si los promotores no tienen una sólida ética asociada al instinto de solidaridad, y creo que no los hay, por lo menos no abundan.

Pero criticar es fácil, más aún después de Platón y Aristóteles; Locke y Hobbes, pasando por Kant y Kelsen; y llegando a Hayeck, Rawls y Bobbio. Lo que he leído apenas me alcanza para empezar a entender y explicar que tenemos problemas con el Derecho.

La idea es pasar de un Derecho negativo a uno positivo. En este orden de ideas, el Derecho negativo sería el tradicional que se dedica a regular las relaciones sociales existentes; ejemplo de ello es una Constitución. Una ley de participación ciudadana es un paso adelante porque pretende estructurar o institucionalizar las relaciones entre el gobierno y la sociedad, que son relativamente nuevas. Pero lo ideal sería trabajar sobre cómo regular las relaciones que no existen, esto es, hacer reingeniería jurídico-socio-política.

Pienso en la pareja que está esperando el parto de su hijo. No estarán planeando forzar a su criatura a ser doctor o economista, pero sí en llevarlo al hospital a vacunarlo, a la escuela para adquirir conocimientos. Es decir, hay ciertos segmentos de su vida que están plenamente determinados. Sin que esto signifique una receta, podríamos transpolar el ejemplo para elaborar un Derecho positivo que pueda empezar a sustentarse en el sistema escolarizado elemental.

Hablo de contenidos de la enseñanza cívica que no describan a héroes mexicanos, argentinos o cubanos, sino a personajes latinoamericanos, que pelearon por o erigieron algo en la región. Fraguar desde la primera infancia la identidad latinoamericana.

Si los gobernantes continúan detonando discursos pro latinoamericanistas sin un sustento sociocultural, los fracasos seguirán visitándonos. Sin embargo, podemos aprovechar que la visión latinoamericanista “ampliamente difundida” y que ha logrado cuajar más o menos en el inconsciente colectivo de los habitantes de la región, incida y apuntale a las nuevas generaciones que ya estarían permeados de un nuevo bagaje cívico: ciudadanos de Latinoamérica.

Si la hipótesis es correcta, y un viraje en los contenidos cívicos de la enseñanza elemental da sustancia a las relaciones sociales en su sentido lato, entonces es válido y coherente pensar que se puede regular al respecto, adelantarse a los hechos. Establecer las reglas de los ciudadanos latinoamericanos para que la inserción social, de las futuras generaciones, no sea tan accidentado.

Una vez delineado lo anterior, es momento de abordar un problema mayúsculo y que tiene que ver totalmente con la ciencia y la tecnología en relación con la civilización.

7, 8, 9. He leído con atención textos acerca de la evolución de la vida en nuestro planeta; desde Oparin a Darwin y, luego, a Desmond Morris. Más acá, Collin, Sulston, Venter, Smith y Weissenbach con lo del Proyecto Genoma Humano. En resumen me parece que la vida es una concatenación paulatina que de pronto y “quién sabe por qué” da saltos evolutivos, si por evolución entendemos mejores formas de adaptación al medio.

La investigación metódica de una civilización de pocos miles de años, ha logrado explicar de manera coherente, sucesos de millones de años de antigüedad, y ha pronosticado el futuro de millones de años; me parece que es de las cosas más valiosas del sistema intelectual científico.

Bueno, pues la técnica y la tecnología, producto de la investigación metódica, en los últimos 50 años, por decir, se han desarrollado con un ritmo inversamente proporcional a la evolución natural de la vida, ya ni digo de la vida en sociedad. La pregunta es: ¿Cómo manejar estos desarrollos técnicos y tecnológicos si sus productores tienen un ritmo de evolución menor?, ¿cómo manejar esa disparidad en las velocidades?

Decía Carlos M. Cippola, más o menos, que si un hombre se quedaba dormido en el siglo V y despertaba en el XIII, fácilmente se podría adaptar a su sociedad (hablaba de Europa). Si un hombre se quedase dormido en 1950 y despiertase en 1996, no entendería ni un comino (hablaba de todo el mundo).

Los valores de los recolectores no podrían haber funcionado en el sistema feudal; así como los de un feudalista no funcionaron después de la Revolución industrial. ¿El coctel de valores que poseemos en este cierre de década es el adecuado para el ritmo de desarrollo técnico y tecnológico que permea?

Vámonos a los extremos, ¿es lo bueno y lo malo el ring en dónde se debe realizar el ser humano contemporáneo?

Por otra parte, lo que está evolucionando en nuestro cuerpo no es la funcionalidad de todas sus partes, sino particularmente la del cerebro y sus alcances. Las armas son una extensión de los brazos y manos; los carros, de nuestros pies, y así se puede uno seguir. Pero los mayores y más sorprendentes avances técnicos y tecnológicos como en la cibernética, las telecomunicaciones, los radiotelescopios, etcétera, son una extensión de nuestro cerebro; es hacia este órgano que se dirigen las mayores inversiones.

Entonces, ¿por qué el andamiaje ético-moral parece que no es el apto para todos estos avances? Aventuro una respuesta: es el sentido de la Propiedad y la Plusvalía lo que está entorpeciendo nuestra evolución. No pregono el comunismo porque no promuevo esquemas que, a mi juicio, atentan contra la naturaleza del Ser (muy ruselliano). Pertenecemos al reino animal, a la especie de los mamíferos, al suborden de los omnívoros. Somos gregarios pero individualistas. El individuo puede ser uno o una comunidad de éstos.

Sin embargo, el animal no procura la extensión de su propiedad más allá de sus necesidades, mucho menos el lucro a costa de la carencia de los de su especie. Esto es un atributo exclusivo del homo sapiens. No creo en que ello sea malo o bueno, pero sí considero que altera el proceso evolutivo de lo ético-moral.

Lo ético y lo moral es algo muy abstracto que puede aterrizarse en el dilema: necesidad y deseo.

10, 11. Acá, hasta ahora, no he encontrado las respuestas necesarias para sembrar las semillas de estas uvas. La historia y el saber son tan implacables conmigo, que sólo me permiten esbozar algunos aciertos y demasiadas dudas.

No sé quién dijo que el camino a la certeza está plagado de dudas o errores, pero eso parece una lápida si lo que se intenta es mejorar las cosas que no dependen de uno ni de dos. Quizás tampoco depende de todos. Al final del día, ¿qué es la certeza, el error, la duda? La subjetividad es una cadena que nos sigue atando a la mazmorra de las versiones.

12. Entonces, Alexander Botafogo, le dio sus últimas palabras a Castillo, y murió en paz. Ni Melanchton, D’Alembert o Maximillian, pudieron dar jamás con el paradero de aquel primer homo sapiens, quien tuvo la gracia de la eternidad y la infinitud por haber sido el primero en todo. El que por vez primera experimentó la consciencia, el miedo, la alegría… todo a lo que nos permite acceder el cuerpo.

No es un pasaje megalómano, es una alegoría para explicar que hay que escuchar con humildad a nuestros mayores, porque a pesar de que sintamos que sabemos más, no es verdad. Uno puede leer y vivir a toda velocidad en un corto lapso de tiempo, pero la vida se decide por los detalles y éstos sólo se divisan sentándonos a descansar, un ratito, en la rivera del río de Heráclito, que aunque sus aguas nunca son las mismas, cómo se parecen.

Melanchton, D’Alembert y Maximillian son los perseguidores, es decir, los censores de la lengua, si es que el lenguaje, y su función, es la única esperanza para vivir.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Tic Tac

Tic tac, tic tac… Yo no tengo ganas de contar el tiempo, hacerlo ahora sería registrar la magnitud de tus ausencias; sí, en plural, porque hacerlo en singular falsearía el significado de tu presencia; sí, en singular, porque ésta sintetiza lo que deseo.

Tic tac, tic tac… Transcurre eso que llamamos tiempo, y yo quisiera que también culminara la dilatada procesión de recuerdos que únicamente sirven para saber que estás lejos, en tu terruño; en una etapa antisocial que para mí es puro veneno.

Tic tac, tic tac… El silencio es un momento atroz en estas circunstancias porque los recuerdos dejan de ser susurros y se convierten en estridentes ruidos. La imaginación empieza a jugar con el pasado, ese juego cruel que empieza por decir: si hubiera…

Tic tac, tic tac… Luego viene una estupidez en forma de espejo y se nos para enfrente y nos reconocemos, pero simulamos y nos sorprendemos para inventar que no lo sabíamos; aún así, nos reflejamos más claramente en ese objeto.

Tic tac, tic tac… Y no se puede más que escribir o leer. Leer mucho, enterarse de otras cosas, saber que gente muere y mata; que el ojo del huracán no está acá. Escribir mucho para decir todo lo que no se ha dicho, aunque no esté presente el destinario.

Tic tac, tic tac… Este día no va a terminar antes porque yo lo decida; hoy no vas a regresar porque yo lo desee. Es curioso cómo llega uno a creer que su versión de las cosas es la definitiva; es extender la alfombra de mi existencia para tu regreso.

Tic tac, tic tac… Hago uso de mi irresponsabilidad, le doy libertad para evitar mis quehaceres, que no son más que otra forma de medir el tiempo, otro reloj del que no voy a ser manecilla, porque así se pasa fácilmente de la desesperación a la desesperanza.

Tic tac, tic tac… Especular qué estarás haciendo ahora que tecleo para bordar tus ausencias. Aventurar algunas hipótesis, unas muy desgracias; otras, sumamente afortunadas. Me rasco la cabeza, miro a todos lados, ¿dónde está Lucía?

Tic tac, tic tac… Se aparece la angustia para decirme que regresará otra persona que jamás me conoció; no le creo. Llega el espanto y me dice que sí me reconocerá, pero sólo porque ello es necesario para olvidarme; no le creo.

Tic tac, tic tac… Nada más han transcurrido quince minutos, unas canciones, pero no pasa nada; no sucederá, no esta noche que se cae sobre el departamento que estoy desocupando para no volver jamás.

Tic tac, tic tac… Dejar constancia es lo que puedo hacer, por ahora. Enterar que durante este tiempo pasó todo sin dejar ningún rastro, sólo palabras que buscan a tus ojos…

viernes, 26 de diciembre de 2008

La voz, el Lago

Cerró los ojos y los abrió, supo que por tercera vez en el año, estaba despierto dentro de su sueño. Estaba seguro de ello porque al ver la calle de una ciudad desconocida, recordó que acababa de acostarse hacía unos segundos.

Caminaba por una acera deshabitada, con puestos ambulantes levantados y en el suelo algo de basura. Advirtió pronto que lo que en un principio le pareció una ciudad ajena a la suya, no era más que la avenida Puente de Alvarado, pero sin gente ni comercios abiertos; el Boca del Río estaba cerrado.

Una vez aclimatado, decidió poner manos a la obra, y es que tener conciencia de estar dentro de los sueños y ejercer la voluntad ahí, no es cosa fácil, pero una vez desarrollada esta capacidad, uno puede jugar a hacer casi lo que se desea. Se puede visitar a la persona que uno quiere y ya no puede ver durante la vigilia, ya sea porque vive lejos o porque ya no está más.

Él ya había visitado a un par de seres queridos que habían muerto, pero en la segunda visita, a su padre, se percató de que no era una práctica sana para él, ya que las locuciones de su Papá no fueron más que recortes que su inconsciente hizo de la memoria que guardaba de las interlocuciones que tuvieron en vida. Decidió que esa alteración profanaba la identidad de sus muertos y optó por mantenerlos en su memoria tal y como habían sido, con todo y las imprecisiones que todo recuerdo comporta, a pesar de que el tono de sus voces y la nitidez de sus rostros se vayan diluyendo.

Así que se dispuso a buscar a Ros, como le decía de cariño a su compañera quien había salido de viaje. Se metió al metro en Revolución, pasó el torniquete y esperó al tren en el andén. Lo abordó y buscó a Ros con la calma de quien sabe que va a encontrar. La vio parada mientras se sentaba en el suelo. Leía un libro de Michel Foucault. Antes de acercarse a ella, recordó que si la persona en cuestión no está dormida, también, el efecto es muy similar a lo que ocurre con las personas que han fallecido: sus respuestas se componen de recortes de las argumentaciones expresadas en la vigilia. Para que la charla sea plena, es menester que la persona se encuentre en estado onírico. La forma en que había aprendido a reconocer esto era muy sencilla: Ros tenía que mostrar sorpresa de verlo. Si ello no ocurría, más valía no continuar e irse.

–Hola, Ros, ¿a dónde vas?

–¿Y tú qué haces acá?–, desconcertada le respondió mientras se le caía su libro. Fue cuando vio el título del libro: Vigilar y castigar.

Sin responderle, se sentó junto a ella y olió el tenue perfume que la identifica cuando no habla. Sintió esa torpeza que delata al enamorado; miró sus incontables pecas. Ella recogió su libro y lo cerró; no dijo nada, pero se besaron. Él entendió al fin lo que le pasó a Jaromir Hladík, hacia el final del cuento El milagro secreto de Borges.

–Vente, vamos a bajarnos en esta estación– La tomó de la mano y se bajaron en San Cosme. Caminaron por las calles desiertas y casi llegando a Insurgentes, algo pasó, alguien le arrebató el dominio de la situación. De repente, Ros no estaba con él. Sintió el tibio vahó de una boca cerca de su oreja diciéndole: –Tienes que salir de acá, hay alguien que te necesita, debes cruzar por esa puerta que está al fondo– Él, sorprendido preguntó –¿Por qué yo, de quién se trata?

–Porque puedes decidir en estos lugares, casi nadie puede–.

–¿Pero quién eres… y porque no lo haces vos? La voz explicó que no era un quién sino un qué. Se trataba de un canal de energía al que él mismo se exponía con ese tipo de experiencias. A continuación, el iba en camino a la puerta indicada, pero no lo había decidido. Era la primera vez que esto le acontecía en este tipo de sueños. Pensó que simplemente el sueño se había tornado ordinario; muy pronto advirtió que era totalmente lo contrario, que estaba experimentando una evolución onírica más.

Abrió la puerta como un autómata con instrucciones precisas, entró y al cerrarse la puerta, salió del agua para tomar aire, sentía que se estaba ahogando. Nadó lentamente hacia una orilla. Con las ropas ensopadas se puso de pie y se sintió nuevamente en pleno uso de su voluntad. Se tranquilizó y ello le permitió observar un maravilloso lago, apenas alterado por su erupción, que reflejaba pinos y colinas, campos verdes. Dio vueltas para entender y admirar que los pinceles del tiempo y la naturaleza no pueden ser guiados por imágenes, acaso por la originalidad.

De su reflexión lo sustrajo una vereda de tierra. Caminó por ella y cruzó una colina. Estaba en la parte alta y a lo lejos advirtió a dos personas vestidas de negro que se dirigían hacia él. Se salió de la vereda para intentar acercarse a ellas por detrás. Se aproximó bastante a ellos, quizás unos diez metros, y los fue siguiendo.

Estos hombres no perdían el paso, iban lentos pero constantes en su marcha por la seca vereda. Nada parecía fuera de lo normal. Un par de minutos después, prefirió dejar de seguirlos, pero la voz le dijo que tenía que detenerlos porque dentro de poco tiempo cometerían una atrocidad.

–Ellos aún no saben lo que cometerán porque no lo tienen planeado, entraron acá sin saberlo, pero lo harán–

–¿Cómo sabes que lo harán?–, preguntó él y se sintió ingenuo porque no sabía con quién platicaba.

–Porque lo que tienes que evitar ya ha ocurrido, y se seguirá repitiendo, tal como dice el Civitas Dei, acerca de Platón, que todo regresará a su estado original y repetirá su devenir infinitas veces; así, una vez que hayas evitado lo que sucedió, lo seguirás evitando por siempre, a partir de ahora–. Él no entendió del todo lo que la voz le dijo, pero le hizo caso.

Continuó siguiendo a ese par de hombres y se asustó cuando se dio cuenta que en más de quince minutos de trayecto, éstos no habían dicho una sola palabra. Deseó mirarles las caras, pero no podía hacerlo sin delatarse.

Con su mirada recorrió la vereda y vio que descendía, y rodeaba el lago; luego, subía por otra colina más alta. Tomó un atajo para llegar hasta donde desembocaba el camino de tierra; corrió para tomar la ventaja de unos minutos antes de que llegaran esas figuras que sólo aparentaban humanidad.

Se detuvo a mitad de la colina para descansar un poco; echó un vistazo hacia abajo porque es inevitable no mirar el lago una vez que se lo observa. Era un espejo que reflejaba los pinos, el pasto y la vereda. Se estremeció al ver que aparecieron en la cima de la otra colina los de negro, pero no fueron reflejados por el lago. Sintió ganas de llorar, no de tristeza ni de nostalgia; simplemente, porque la belleza era rasgada por algo que le pareció inhumano.

Retomó su carrera; cada tanto volteaba a ver el paso lento y continuo de los de negro. Era insoportable para él, verlos sin reflejarse en el lago. Casi llegaba a la cima de la colina. Mientras más cerca se encontraba, más pronunciada era la pendiente. Se resbaló, pero alcanzó a agarrarse de una roca. Se lastimó la muñeca y se raspó los brazos. Logró ponerse de pie y vio algo inesperado: En un hueco de la verde colina, invisible desde cualquier otro punto, estaba una niña sentada bajo un árbol de eucalipto. Estaba recargada en el tronco. Tenía una muñeca a su lado y estaba muy contenta.

Entendió que esos ¿hombres? le harían daño. Quiso, mas no pudo, acercarse a ella. Quería llevársela de ahí. Intentó gritarle y fue en vano porque no se oía su voz por más que gritaba, ni siquiera él mismo se escuchaba. Desesperado, le hacía señas a la niña. La vio y creyó reconocer sus facciones. No atinó a adivinar de quién se trataba; además, no tenía tiempo para averiguarlo.

Ella tenía un par de trenzas, un cabello negro, muy negro. Vestido y calcetas azul marino y zapatillas negras.

Cuando volteó para ver por dónde venían ese par de figuras, vio un cuerpo vestido de negro que recortaba el paisaje. ¡Estaban ahí!

Con sus manos quiso empujar al primero, pero éste también lo agarró. Forcejearon unos segundos, y con su cabeza le pegó en el pecho oscuro. Sólo vio a ambas figuras que caían rodando desde lo alto de la colina.

Aún agitado por la querella y recuperando la calma, volteó a ver a la niña que seguía contenta, jugando con su muñeca. Se sintió bien y sonrió: –Lo hice–.

Se asustó al ver cómo los seres de negro terminaron cayendo dentro del lago y no los vio más.

La voz le dijo: –Corre, corre ahora. Vuelve a sumergirte en el lago por donde llegaste–.

Se sumergió. Nuevamente estaba en Puente de Alvarado. Buscó a Ros pero no la encontró. Tenía un mal presentimiento, las calles no parecían las mismas; sintió nauseas y la sensación de lo desagradable. Recordó que los de negro cayeron también dentro del lago.

–Es hora de despertarme–.

Se incorporó, sintió un fuerte dolor en el cuello; se sobó y se talló los ojos; fue al baño y prendió la luz. Se quitó la playera y vio sus brazos con rasguños. No le sorprendió, esas intensas experiencias oníricas ya le habían dejado otras marcas en la piel. Miró al suelo y vio con marcas de lodo, pisadas que no eran las suyas. Estaban por toda la casa.

–Ya están en mi cabeza… ¿vienen por mí?–.

domingo, 21 de diciembre de 2008

1918, la Leyenda de Atanasio en Tlalpan

1918, durante la época en que late el corazón del año litúrgico. Tiempo Pascual. Días de guardar, de reconciliación cultural entre la luna oriental y el sol occidental, en torno de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Días, aún, de guerra civil, pero de asentamiento constitucional en México.

Cerca de la Capilla del Calvario, en Tlalpan, Distrito Federal, se desarrolla la historia de Atanasio, narrada en el libro Cultura y Mitos en la Delegación Tlalpan, de reciente publicación, escrito por el connotado etnólogo Don Augurcio Reyes Nava.

De Atanasio, se desconocen sus apellidos, los testimonios refieren que era originario de Morelos, que llegó con las tropas zapatistas y que fue herido en combate.

Auxiliado por el párroco del lugar, Atanasio encontró reposo y consciencia después de 15 días en que se debatió entre la vida y la muerte. Al amparo de ese hombre religioso, el morelense vivió los siguientes meses trabajando en un establo ordeñando vacas, colectando huevos, entre otras labores.

Llamaba la atención que siendo un joven de armas, hubiera pasado de la retracción a la distracción; algunos afirmaban que en realidad los zapatistas lo habían abandonado por su estupidez. No conversaba, nadie había escuchado su voz, pero el padre Hernán de Alva lo adoptó como a un hijo de la Iglesia.

El jueves Santo, en la fiesta que regularmente se hacía en la explanada frente a la Capilla, ocurrieron los hechos que le dan vigencia, todavía entre los pobladores del lugar, a la leyenda de Atanasio.

Dicen que fue una noche atípicamente invernal en plena primavera. Aún dañada la instalación eléctrica, los comensales disfrutaban de una velada en una casa de madera muy bien iluminada por innumerables candeleros y lámparas con velas. Destacaba en el centro del comedor una gigantesca lámpara colgando a una altura de ocho o diez metros.

Pan, vino y sal circulaban por todas partes. Atanasio estaba nervioso desde la mañana, intuía el porqué pero no quiso decir nada, ni siquiera al padre Hernán. Se acercó a éste para ofrecerle otra copa de vino y amagó con servirle; le sonrió al taciturno joven mientras asentía con la cabeza. Atanasio distraído, hartó la copa del padre y lo salpicó; se asustó, pero de Alva sólo le devolvió una caricia en la mejilla: –Limpia esto, hijo mío–.

El joven, moreno, con rasgos aindiados, se dirigió a la cocina, observó a la hija de la cocinera de la cual estaba enamorado; supo que ella desataría la desgracia y que sería mejor darle un golpe, dejarla inconsciente por unas horas hasta el amanecer. Así lo hizo y la escondió en la bodega; nadie notó esa ausencia, ni siquiera su madre que estaba siendo seducida por un comerciante acaudalado, en una de las habitaciones en la parte superior del lugar.

Asustado por lo que había hecho, Atanasio quiso salir a tomar aire. Quitó la tranca que aseguraba la puerta de la cocina, salió para respirar aire fresco, pero observó una oscuridad anulada por la luna llena; presintió el fin, e inmediatamente se volvió a meter. Olvidó colocar la tranca nuevamente, por la premura que sintió de ver cómo se encontraba la hija de la cocinera; temía haberla matado.

Ella estaba con vida, pero su cabeza no dejaba de sangrar. Cerró bien la puerta de la bodega, y fue cuando escuchó las pisadas que se acercaban a la casa con lentitud. No eran ruidos de pies, ni de patas; no, lo que se acercaba era algo inhumano que jamás conocería el amor más que para nombrarlo y extender su dominio, pensó Atanasio.

Se alejó de la cocina caminando torpemente de espaldas, lleno de pavor. Nadie prestó atención porque la diversión de la fiesta no dejó espacio para ello, y porque estaban acostumbrados a las extravagancias del joven sirviente.

Tumbaron la puerta y entraron a la casa; un lengüetazo de la fría oscuridad apagó casi todas las luces menos la de la gran lámpara central bajo la cual se encontraba Atanasio, estupefacto. Un militar y el párroco se levantaron como si estuviesen siendo estrangulados. Empezaron a matar a las personas entre gritos de auxilio y desesperación.

Atanasio dio un salto que lo elevó lentamente como si estuviera flotando. Cuando se dio cuenta, estaba cerca de la lámpara pero no se sorprendió. Con naturalidad tomó una de las velas y la inclinó. Miraba con parsimonia toda la habitación y cómo muchos círculos blancos se esparcían tomando las vidas de los presentes: –Son como demonios, pensó–. Una lágrima tiritaba en su ojo derecho; temblorosa y tímida se fue despegando de la retina y cayó; Atanasio colocó la flama de la vela en el camino de la gota de tristeza; ésta, cruzó la llama soltando un halo de vapor, y mientras descendía se iluminó como una luciérnaga suicidándose.

Al estrellarse contra el suelo de madera, la lágrima de Atanasio expandió un aro de luz que limpió el lugar. No se sabe si hubo sobrevivientes, sólo se cuenta que todo acabó para siempre. Nadie volvió a saber nada del joven de Morelos, salvo que la cocinera le preparó su itacate antes de verlo partir.

El etnólogo Reyes Nava, al final de cada mito o leyenda, sugiere algunas explicaciones. Para ésta, empieza por cuestionar la explicación histórica que F. Katz hace respecto a este acontecimiento. El reconocido historiador, especialista en esta época, considera dos hipótesis: 1) que es la increíble explicación de una estrategia que pudieron haber tenido los indios para vengarse de de sus patrones y que de alguna manera se fusionó a su inconsciente y, 2) que en efecto llegaron a practicar esta estrategia en algunos lugares de lo que hoy es Tlalpan, ya que se trata de una leyenda local.

Para Reyes Nava, el hecho sugiere el abuso sexual generalizado que los curas cometían contra los indios, pero insistiendo en que culturalmente el pesó no recayó sobre el aspecto sexual, sino sobre la coerción, la subsumisión cultural de la cosmogonía de los indios.

Hoy por la mañana, desayuné con un viejo amigo economista que es Comandante judicial. Hace un par de semanas yo le regalé un ejemplar de este libro. Su versión de los hechos fue muy distinta. Para él, la cocinera envenenó al cura porque abusaba sexualmente de su hija, que era hija de los dos, porque hacía años igualmente había abusado de ella. pero igualmente quería deshacerse del militar al cual amaba, pero no le correspondía. Por su parte, Atanasio, quien también fue presa de los malos tratos del padre, estaba enamorado de la hija de esta mujer, pero sabía que la chica le correspondía a un importante jefe militar presente en la reunión.

Sin embargo, Atanasio no supo sobrellevar su Pasión, dio Muerte a la chica y creyó que al dejarle la puerta abierta a sus compinches zapatistas, la Resurrección revolucionaria y verdadera se reivindicaría.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Cuentos Chinos

1. Este año fue muy fructífero para mí; conocí a la mujer que me gustaría de compañera para mi vida, aunque ella no lo entienda. Conocí a un hombre y a una mujer, S. Justo es decir, cuyo pasatiempo es pescar, y me enseñaron cómo cruzar ciertas fronteras que yo intuía, que en efecto existían, pero para sortearlas, no sólo para mirarlas.

Advertí la sabiduría de un hombre que trabaja con el hierro todos los días, y aunque yo soy de acero, lo entendí, y me puso en el camino correcto, a pesar de que tarde lo aprehendí.

Confirmé, que el hombre de la Marquesa es mi Virgilio a pesar de él; incluso, a pesar de mí. Qué la mayoría de mis pocos amigos están cerca de mí. No voy a nombrar a ninguno porque prefiero que todos estén implícitos.

No diré más por hoy.

2. Carta Abierta, durante este año, se convirtió en un símbolo personal, no solamente en un espacio para mi vocación. A través de este Blog, empecé a comunicarme con mi primo Horacio al que no veo desde hace casi 20 años, con sus carnales Tania e Iván, que son las ovejas negras de la familia, jeje.

Este espacio, al que me incitó a formar Coltrane (Muñoz), se ha convertido en mi guarida, en mi trinchera donde defiendo mis posturas ante todos, y donde me han hecho reflexionar y replantear lo que vierto: Agustín Aguilar y Tlacuiloco, Sandra Becerril, Enredada, Carlos Du, Fermín, Pedro Miguel, Rodolfo Serrano, Lilith, Canta Sifuentes, Bohemia y los demás (que nunca están de más)… Y Tun tun.

No diré más por hoy.

3. Es importante decir que durante este año aprendí a dialogar. Yo era de los que si no les gustaba algo, lo mandaba a la chingada. Pero los treinta y tantos nos enseñan que muchas cosas, entre ellas la verdad, son unas pasajeras en espera de la siguiente estación, y que nosotros somos febriles labradores de estaciones.

Aún no estoy en donde quiero estar, es cierto, pero estoy en camino de… Para bien o para mal. Sé, mi madre desde las alturas ubicuas o desde los sótanos omniscientes, me dijo alguna vez: sigue escribiendo porque haciéndolo vas a encontrar lo que buscas.

No diré más por hoy.

4. Antes de que el azar me confunda con un cara de nadie, quiero dejar constancia (diría Alejandro del Prado): He tenido que bajarme dos o tres escalones para convivir con los demás en materia de intereses; me explico: Nada me sorprende en política, mis gurús me hablan de cosas que sé; el barrio me enseñó lo mejor y lo peor del poder, de su control y su gestión; vivir cerca de la mafia es bueno y malo, la academia me ayudó a estructurar todo ello, pero nada nuevo. Por el contrario, toda mi vida ha girado en torno a alejarme del poder, no me gusta, es desagradable para mi espíritu y no voy a dejar que me alcance ese lugar de poder que me correspondería. No soy un Michael Corleone porque me gusta la conciliación sin violencia; ahí está mi respuesta.

No diré más por hoy.

5. Ahora quiero hablar de la foto que vi en El Universal (en línea), al Presidente Felipe Calderón y a Cuauhtémoc Cárdenas, frente al ataúd de la madre de este último. Al margen de las condolencias, es un símbolo, no del Presidente rindiendo plastecía ante la esposa del más reciente símbolo del nacionalismo mexicano; no, la pintura va más allá. Se trata del Sistema resintiendo la pérdida, por extensión, de la posible respuesta.

Sé que en el fondo no son así las cosas, pero me gustaría creer que Calderón tuvo la astucia para saber lo que hizo. Esto lo digo porque el capitalismo en su más reciente modalidad es nada más y nada menos que Dorian Gray develando su retrato; pero a veces tengo la sensación que somos los veladores de esa persiana que procura la ignorancia del cuadro.

Por el ambiente en donde crecí, siempre estoy dispuesto a pensar en lo mejor, es casi un vicio, y eso me invita a actuar con cautela; casi todas las veces la ingenuidad es mi mejor amiga, porque de otro modo sólo quedaría ser un hijo de la chingada, y como dice José Cruz: la ciudad no necesita un odio más.

No diré más por hoy.

6. No se preocupen, no voy a enlistar 12 puntos.

7. Quiero hablar de tres personas: a) Ulises. Una vez me dijo que la vida no es un experimento, sino una experiencia; cómo me enriqueció esa frase; b) Armando. La honestidad si no se ama se vuelve contra ti; cómo me derruyó esa frase; c) Coltrane. Si no te adhieres a tus sentimientos no vas a llegar a donde quieres; supe que no era lo que dicen de él.

Me siento afortunado por tener a las personas que me rodean, que han coadyuvado a renacer a un inválido al que se le dificulta creer en sí mismo. La vida es difícil, casi una mierda… pero en el fondo sigue valiendo la pena porque sigues leyendo esto, y si eres capaz de esto, entonces hay algo por descubrir en tu vida.

No diré más por hoy.

8. Me despido de ustedes por hoy; no aludiré a la literatura más, ni a la estadística, ni a la razón; hoy apelo al cosmos: ¿quién quiere ir más allá? Es fácil atreverse porque el atrevimiento es la metáfora del azar adivinado; yo no puedo, si tú puedes, hazlo.

Carta Abierta se despide por este año. Por hoy no hay cuentos ni relatos, los reservo para lo mejor que está por venir, pero hasta dentro de 21 meses.

Así que, amigos, procuremos que Jekyll y Hyde hagan circo porque acá las metáforas y las alegorías esperan sus contenidos.