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La respuesta correcta a la encuesta anterior: El primer Bestiario de que se tiene noticia fue escrito en el siglo II antes de nuestra era; no se conoce su autor y se llama: Physiologus.
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Abstract: One of my favorite tales is El milagro secreto (The secret wonder) by Borges. This narration is related with the last moment of our life, when we think that this moment it was forced by darks and unknown powers. Represents a short essay about unexpected death, and consist in five acts on an inverted sequence.
This week, you can download an amazing concert given by Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, perhaps, the most powerful Rock band in last twenty years on the wide world. Almost a quarter of million souls joined, at River Plate Stadium, on three consecutive nights, it’s not common in this time.
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Este concierto es un ejemplo de lo que llamo potencia en una banda de Rock. No es nada más su sonido en vivo (atención con la lira de Skay), sino el nivel de convocatoria, y de jale con la banda en pleno show, sello característico de los Redondos. La personalidad y discurso abrumadores del Indio Solari, arriba y abajo del escenario, a mi modo de ver, fue trascendental en el éxito que tuvo el grupo, que siempre se manejó al margen de los medios electrónicos e impresos de difusión masiva, exceptuando la promoción de cada nuevo disco, y en conferencias de prensa, nada más.
Acto 1
−¿CUÁNTO LE debo, joven? Ya es muy tarde, pensó el uno. En realidad era la primera vez que se detenía a comer en esa taquería, pero estar ahí a las tres de la madrugada comiendo tacos al pastor, le pareció más raro, ya que siempre solía comerlos en Los Compadres, cerca de su casa.
Salió de ese lugar y se detuvo en la esquina a esperar un taxi, volteó a la derecha y divisó un Sitio. Caminó por la acera en medio de esa tranquilidad que sólo se encuentra a esas horas, en donde hasta el miedo está dormido y con frío bajo unos periódicos en el baldío que está al lado de cualquier Torre Mayor.
Abordó un taxi y dio la dirección al chofer.
El otro estaba masticando un taco de sesos mientras en su mente debatía entre si realmente no se acordaba por qué estaba ahí comiendo y cómo había llegado, o si en verdad no lo sabía. Ello no le causaba mayor complicación pues sabía perfectamente que no tenía buena memoria y con los años venía a menos. Pero una cosa es tener poca memoria y otra tener lagunas; sin embargo, no llegó a esta formulación porque lo distrajo un joven con una chamarra de los Acereros de Pittsburgh, equipo de su preferencia, cuando éste en voz alta pidió su cuenta.
Acto 2
Dijo el otro impactado –Vamos a detenernos en esa taquería, porque algo pasó y seguimos vivos… El uno, conteniendo su sorpresa sólo asintió con la cabeza; sabía que el conductor lo miraba por el retrovisor. Al uno le daba pavor no recordar el porque estaban vivos. Con la tremenda fuerza sutil y abrigadora que comporta toda intuición, sentía que algo estaba fuera de lugar, quizás ellos dos; no decía nada. El otro. encontró un lugar en donde aparcar el automóvil.
−Oye, no recuerdo bien qué pasó, pero no deberíamos estar vivos.
−Yo tampoco recuerdo casi nada.
Si ocurrió un trueno, lo único que guardaban en sus memorias ya era el resplandor del relámpago.
Se sentaron a platicar, pero de deportes, para nada mencionaron lo que habían experimentado. En un momento, todo lo anterior se les venía como una fantasía, un producto de su ociosidad, una de esas licencias que tiene el cerebro humano. Ordenaron unos tacos y los degustaron.
El uno sintió la leve incomodidad de estar comiendo frente a un extraño, y pretextó una salida al baño; el otro, sentía lo mismo, pero por cortesía no dijo nada. –Ahora regreso.
Acto 3
¿¡No mames cabrón, cómo nos salvamos si salimos volando por el distribuidor!?, dijo el uno casi reclamándole al taxista la distracción por la cual rompieron la valla de protección y habían caído. –No sé, no sé… wey, qué quieres que te diga, no sé. El otro estaba asustado, y se sentía inválido e invadido por ese tipo de culpas de las cuales no somos responsables y aún así nos las apropiamos. Seguía repitiendo: no sé, no sé… como si de memoria tuviera que aprender y creer que no sabía nada de lo ocurrido.
El otro le invitó un cigarro al uno. Iban sobre Avenida División del Norte, pero tardaron en darse cuenta de ello. En esos momentos, barajaban posibles explicaciones a los sucesos recientes. El uno pensaba que a lo mejor una nave extraterrestre los había salvado; el otro, que era ateo, creyó en Dios con la febrilidad del más alto de los evangelistas, incluso se persignó y en silencio recitó el Credo, aunque sólo recordó las primeras palabras… y volvió a persignarse, para sentirse menos culpable. Por un instante, sus teorías se parecieron, el uno pensó temerariamente: al que le toca le toca; el otro, compasivamente: tuvimos buena suerte.
Excitados, y casi contentos, estuvieron de acuerdo en platicar lo sucedido y tratar de encontrar una respuesta lógica a todo eso que les acababa de pasar, antes de que olvidaran los detalles.
Acto 4
No hubo tiempo de nada y antes de que el coche rompiera la valla del distribuidor vial, los segundos perdieron de vista al siguiente minuto; sin embargo, tanto el uno como el otro seguían pensando a la misma velocidad. Al uno se le salieron las lágrimas o eso creyó; pensó en Adriana, en lo que ya no será, pero no imaginó lo que hubiera sido; resolvió mentalmente una serie de derivadas, que tenía pendientes, y que le respondían la velocidad de circulación del dinero en una economía abierta; reconoció todos sus errores y concluyó que algunas de sus decisiones habían tenido que ver con la muerte de algún amigo. El otro quiso tomar su celular y marcarle a su mujer, pero lo único con movimiento era su mente, así que le dijo: te amo con todo mi corazón, cuida a Rocío, mi bombón. También el otro lloraba; los dos pensaban y lloraban, imaginaban su futuro y recordaban su pasado…
El coche profanó la intimidad de lo posible, de lo previsible y rompió la valla de protección y voló cayendo.
Acto 5
−Buenas noches, vamos hacia el metro La Raza,… vámonos por el Circuito, por favor.
−Claro que sí, joven. Oiga, le va a los Acereros verdad?... El uno asintió y con la alegría de encontrar a otro de su estirpe deportiva, señaló –Claro, ¿acaso hay otro equipo? Los dos sonrieron y empezaron a comentar sobre la terrible derrota sufrida por este equipo a manos de los Broncos de Denver. –Carajo, y esos pinches Patriotas que siguen invictos… −No joven, los Potros, no se olvide que son los actuales campeones. –Oiga, y esa chamarra está bien suave, ¿dónde la compró? –No, me la regalaron, pero hay unas muy suaves y originales de doble vista en los Wall Mart.
−Oiga, no le molesta si pongo música… ¿le gusta el Rock?
–Sí, mmm, ¿qué grupos tienes?
−Pues mire, voy a sacar de la gaveta un mp3 de La Barranca; a ver, es que está hasta el fondo, ¿le laten?
−¡Cuidado!