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Abstract: Gravity and Bascule, two items to feel the world. This text is a refection about our way of life, the way to look everything around us. Some things have to be illogical to understand it; others, extraordinaries. The most times, we need that everything be on their place. We have afraid of differences, we exclude people, ideas, projects or anything that look different. But I think we need that kind of elements to survive in this world: differences identified us as equals.
Also, you can download a CD from Arthur Brown (Kingdome Come, 1972). For collectors and musical explorers.
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––Este disco está dedicado a mi amigo Gerardo María (Tlacuiloco) que le gustan las rarezas (musicales, preciso, ... bueno eso creo, jeje). Arthur Brown Kingdome Come, una joyita desconocida de la Inglaterra del año 1972. Para coleccionistas y exploradores. Encontrarán matices zappeanos.
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ME DIRIGÍ a la cocina dispuesto a servirme un poco de café, cuando me encontré una hoja seca de la higuera que está en el jardín de mi casa. Estaba sobre la Báscula de plástico con la que mi abuelo solía aquilatar las cantidades de harina y royal para preparar los pasteles, cada vez que alguien de la familia cumplía años. Lo insensato fue que ese instrumento de medición indicaba que el peso de la hoja seca era de cinco kilogramos – de antemano declaro que el redactor llegó a su casa sin haber ingerido estimulante alguno –.
Retiré la hoja de higo que tiesa guardaba su rígida estructura, su olor era normal, recuerdos de humedad y tierra y polvo. Ahora la Báscula estaba en cero. De mi bolsillo saqué una moneda de diez pesos y la puse sobre ese recién misterioso artefacto; la ceja indicó cero. Aislé la moneda y puse un vaso relativamente grande, mas nada, seguía en cero. Fui a la sala en donde tenemos una colección de piedras de río gastadas por el paso de aguas siempre distintas: la Báscula no se movía.
Como buen científico, seguí experimentando el funcionamiento de la Báscula con una gran variedad de objetos, y al cabo de media hora aventuré la primera gran hipótesis: ¡está descompuesta!
En mi mano izquierda sostuve la hoja seca y en la diestra, una piedra; todo normal, pesaba más esta última. Fui al estudio y encontré un poema de Mario Benedetti, lo coloqué sobre el artefacto, al cual en ese momento ya me negaba a llamar Báscula. El poema pesó cinco kilos (cabe agregar que es la masa máxima que puede aquilatar el instrumento en cuestión).
Me atreví a pensar que la fuerza de Gravedad habría cambiado, por alguna razón inhóspita, dentro de mi casa. Llevé el instrumento al patio, repetí de manera sistemática los procedimientos descritos arriba, pero los resultados fueron los mismos.
Sabido es que la fuerza de Gravedad varía según la parte del planeta en donde nos encontremos, por ello es que las básculas, al medir la fuerza que ejercen los objetos sobre la fuerza de Gravedad, deben calibrarse de distinta forma según el sitio.
¿Qué es lo que ocurría si en definitiva la Gravedad permaneció constante?, me cuestioné.
Recordé una película de Eliseo Subiela, El Lado Oscuro del Corazón 2, mientras regresaba a la casa. Algunos pasajes de aquélla tratan sobre la fuerza de Gravedad, pero como una metáfora del distinto peso que adquieren nuestras decisiones en diferentes etapas de nuestra vida, vaya, la libertad sabe diferente a los 20 años que a los 40.
Eso no explicaba lo que estaba ocurriendo con ese artefacto de medición. Sentí que debía llegar a una conclusión razonada que me permitiera interpretar de manera lógica un suceso extraordinario, por no decir ilógico. Así que recorté un montón de papelitos, y en cada uno de ellos escribí palabras diferentes y los pesé por separado. Algunos de los resultados fueron los siguientes:
Palabras/pesos en kilogramos: libro/5.0, cartera/0.0, cárcel/0.0, alas/5.0, odio/0.0, deseo/5.0, engaño/0.0, mentira/5.0, entre muchos más.
Argüí que esos resultados tenían mucho que ver con mi perspectiva del mundo, con el valor que le concedía y concedo a las cosas que escribí. Llamé por teléfono a mi tío Marcus Aurelius (alias Armando), ingeniero de profesión, y le comenté en cinco minutos todo lo acaecido durante las dos horas previas. Me explicó con detalle la historia de la Báscula, desde la balanza egipcia de dos brazos iguales, pasando por la romana de brazo corto y reglado, hasta llegar a la mecánica de resortes y, finalmente, las electrónicas que obedecen a la variación de resistencia eléctrica. Sin embargo, me aseguró que la existencia de mi Báscula era imposible.
Dando tumbos, entre la maravilla y lo ridículo, busqué la tranquilidad en la ubicua oscuridad de una noche sin luna
Desperté de mañana y con la angustia de suponer que fuera cierta la aseveración de mi sueño: el ser humano es un espejo desesperado por encontrar algo qué reflejar y sólo encuentra más y más espejos con ganas de fraguar un acontecimiento auténtico, original. Me levanté indignado; llegué a la cocina resignado, casi vencido por los ecos de ese sueño que ya me había tatuado la actitud.
Miré con Gravedad la ya intolerable Báscula... idee la tarea de computar con ella el peso del planeta. La tomé con mis manos como si de una reliquia milenaria se tratara, la elevé como un trofeo para ungirla con el trágico aire inmanente del mundo, la puse al revés sobre el suelo: 5.0 kilogramos.
Retiré la hoja de higo que tiesa guardaba su rígida estructura, su olor era normal, recuerdos de humedad y tierra y polvo. Ahora la Báscula estaba en cero. De mi bolsillo saqué una moneda de diez pesos y la puse sobre ese recién misterioso artefacto; la ceja indicó cero. Aislé la moneda y puse un vaso relativamente grande, mas nada, seguía en cero. Fui a la sala en donde tenemos una colección de piedras de río gastadas por el paso de aguas siempre distintas: la Báscula no se movía.
Como buen científico, seguí experimentando el funcionamiento de la Báscula con una gran variedad de objetos, y al cabo de media hora aventuré la primera gran hipótesis: ¡está descompuesta!
En mi mano izquierda sostuve la hoja seca y en la diestra, una piedra; todo normal, pesaba más esta última. Fui al estudio y encontré un poema de Mario Benedetti, lo coloqué sobre el artefacto, al cual en ese momento ya me negaba a llamar Báscula. El poema pesó cinco kilos (cabe agregar que es la masa máxima que puede aquilatar el instrumento en cuestión).
Me atreví a pensar que la fuerza de Gravedad habría cambiado, por alguna razón inhóspita, dentro de mi casa. Llevé el instrumento al patio, repetí de manera sistemática los procedimientos descritos arriba, pero los resultados fueron los mismos.
Sabido es que la fuerza de Gravedad varía según la parte del planeta en donde nos encontremos, por ello es que las básculas, al medir la fuerza que ejercen los objetos sobre la fuerza de Gravedad, deben calibrarse de distinta forma según el sitio.
¿Qué es lo que ocurría si en definitiva la Gravedad permaneció constante?, me cuestioné.
Recordé una película de Eliseo Subiela, El Lado Oscuro del Corazón 2, mientras regresaba a la casa. Algunos pasajes de aquélla tratan sobre la fuerza de Gravedad, pero como una metáfora del distinto peso que adquieren nuestras decisiones en diferentes etapas de nuestra vida, vaya, la libertad sabe diferente a los 20 años que a los 40.
Eso no explicaba lo que estaba ocurriendo con ese artefacto de medición. Sentí que debía llegar a una conclusión razonada que me permitiera interpretar de manera lógica un suceso extraordinario, por no decir ilógico. Así que recorté un montón de papelitos, y en cada uno de ellos escribí palabras diferentes y los pesé por separado. Algunos de los resultados fueron los siguientes:
Palabras/pesos en kilogramos: libro/5.0, cartera/0.0, cárcel/0.0, alas/5.0, odio/0.0, deseo/5.0, engaño/0.0, mentira/5.0, entre muchos más.
Argüí que esos resultados tenían mucho que ver con mi perspectiva del mundo, con el valor que le concedía y concedo a las cosas que escribí. Llamé por teléfono a mi tío Marcus Aurelius (alias Armando), ingeniero de profesión, y le comenté en cinco minutos todo lo acaecido durante las dos horas previas. Me explicó con detalle la historia de la Báscula, desde la balanza egipcia de dos brazos iguales, pasando por la romana de brazo corto y reglado, hasta llegar a la mecánica de resortes y, finalmente, las electrónicas que obedecen a la variación de resistencia eléctrica. Sin embargo, me aseguró que la existencia de mi Báscula era imposible.
Dando tumbos, entre la maravilla y lo ridículo, busqué la tranquilidad en la ubicua oscuridad de una noche sin luna
Desperté de mañana y con la angustia de suponer que fuera cierta la aseveración de mi sueño: el ser humano es un espejo desesperado por encontrar algo qué reflejar y sólo encuentra más y más espejos con ganas de fraguar un acontecimiento auténtico, original. Me levanté indignado; llegué a la cocina resignado, casi vencido por los ecos de ese sueño que ya me había tatuado la actitud.
Miré con Gravedad la ya intolerable Báscula... idee la tarea de computar con ella el peso del planeta. La tomé con mis manos como si de una reliquia milenaria se tratara, la elevé como un trofeo para ungirla con el trágico aire inmanente del mundo, la puse al revés sobre el suelo: 5.0 kilogramos.
5 comentarios:
Hola Victor! Que gusto tener noticias tuyas en el blog de Horacio. Creo que estoy en una lista de difusion tuya, pero ya ves, el trabajo, las prisas, la rutina, y no me habia dado una vuelta por tu blog.
A ver si ahora que vaya a Mexico en agosto nos tomamos un cafe con Diana y a ver quien mas para recordar los tiempos en que eran uds. unos latosos en casa de mi tio Manuel.
Un abrazo fuerte. Y tu hermanita como esta? Saludos a tu papa tambien.
Un abrazo,
Tania
PS mi bblog es publico, a menos que algo haya hecho mal en los parametros... Nada que esconder, jaja!
victor,
que pedo? oye que bueno que te hayas puesto en contacto... el cabron del Coltrane (mira que apodito se puso, le va llevar una vida llenar ese traje no?) no me conto que tu anduvieras con esto de los cuadernos blog.
Que chido el texto... muy Borgeano, a seguir escribiendo, y que bueno ponerse en contacto otra vez.
saludos y abrazos,
ya voté!
Col lei tu relato y veo que poderosa es la influencia borgiana palabras como intolerante, insensato ubicuidad, las metaforas usadas y tambien las descripcion de la hoja de higo me hacen confirmar este uso indiscriminado de la herencia Borges. Nada que reprochar por eso Col y por supuesto no podrias dejar de mencionar tu pelicula favortia de todos los tiempos, Col creo que tu texto va delineando los problemas que mas te aquejan y los relflejas de manera muy prolifica.
Coltrane
Brim over I agree but I think the brief should prepare more info then it has.
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