viernes, 9 de mayo de 2008

Camino Soria *

DECÍA EL compadre Duero, José de Jesús Duero de Terrera, que no hay mayor pobreza que un hombre enterado, pero pobre. Cuando el poeta Antonio Machado lo cuestionó: − ¿A qué se refiere usted con pobreza, aquél le respondió: − Cuando digo pobreza digo incapacidad de aportarle una uva al prójimo. Machado escribió, entonces, el poema La tierra de Alvar González. No se sabe por qué no se llamó La tierra de Duero de Terrera.

Camino por mi hogar porque me gusta; no es una casota, pero es un gran hogar. Recorro su piso en “ele”; no hay paredes y no es un departamento loft.

Todos en la vida buscamos nuestro camino, y cuando los pasos no nos alcanzan para hacerlo, como dice Machado, tendemos a escarbar la tierra con tal de dejar esa huella que supone un siguiente paso; el peligro es crear un hoyo del cual ya no podamos salir ilesos. En ese momento tenemos que preguntarnos si lo que queremos es dejar huella o dejarnos hundir con tal de que alguien algún día tropiece con ese equívoco. En el fondo todo es por amor a la vida que en ocasiones tiene cara de mujer, hombre o proyecto; otras, de ambición, terror o colmenera.

Hablemos de Soria, de esa comunidad autónoma de Castilla y León. Hay una canción de Jaime Urrutia, de los mejores rockeros de España, que se llama Camino Soria. Ésta la escuché allá por 1989 y no la entendí; obvio, su letra está hecha para ciertos tránsitos de la vida: los treinta y tantos o más. Ahora que la escucho a menudo, la entiendo y la siento (se escucha de fondo).

Para mí, el Camino Soria es un recorrido por lo que quiero hacer y que me llevará a donde quiero estar. Todos tenemos nuestro camino a Soria; éste puede ser un Shan gri la, un Avalon o un Mu, pero en el fondo ningún apelativo satisface a ese recorrido, ni siquiera decir Camino Soria, porque lo importante, tal vez sin ser lo interesante, es sentirse completo.

Aquilato el tomillo y la vid que la vida me ha puesto; el cuaderno y el bolígrafo que me ha dado; la desesperanza y la ilusión indómita que me posterga constantemente.

Encontrar la canción, el poema, el ensayo, el libro y otra vez el poema que nos hace crecer, es el alegato de la vida por la vida y su mejor metáfora.

Suenan las trompetas y los saxofones, porque las primeras son el símbolo de la opulencia; los segundos, de la desgracia. ¿Qué camino escoger entre Guevara y Salinas?; yo, en lo personal, me quedo con Soria: y estoy en tránsito.
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* Canción de Jaime Urrutia: Gabinete Caligari, España, 1987.

4 comentarios:

elisa dijo...

me gustó mucho. este fragmento me conmovió, lo confieso:
"En ese momento tenemos que preguntarnos si lo que queremos es dejar huella o dejarnos hundir con tal de que alguien algún día tropiece con ese equívoco. En el fondo todo es por amor a la vida que en ocasiones tiene cara de mujer, hombre o proyecto; otras, de ambición, terror o colmenera."

jeje, sólo después de los treinta uno medio empieza a entenderle el modo a esto de la vida, ¿no?

un abrazo

Victor Castillo dijo...

Hola Elisa, qué milagraso. Qué padre que te conmivió ese pasaje, y en efecto, por esa edad uno empieza a saber de que va el pelo.

Voy a visitarte a tu blog.

Besos y abrazos

Horacio dijo...

así son "los caminos de la vida" como la canción ¿no? y digo esto sin ánimo de ironía.

y sí, es cierto también como hay canciones, libros que leemos,escuchamos cuando somos adolescentes y aunque dejan su huella en nosotros no los entendemos hasta después, muchos después,
abrazos,

Sandra Becerril dijo...

Creo que sentirse completo es un reto y es difícil... mucho... siempre estamos en búsqueda de algo más...

besos