viernes, 18 de octubre de 2013

Algo contra la Naturaleza



La naturaleza no tiene secretos, sólo hay que aprender a entenderla. La naturaleza se declara en selvas, estepas y sabanas para que los animales corran, persigan o escapen; en árboles y cuevas, para que los animales descansen, se guarezcan o embosquen. En el mar y en el aire es igual.

Claro, hay veces que la naturaleza niega lo suyo y todo se deteriora; como en la historia que voy a contar.

Hace mucho tiempo, una pantera habitó la selva que se extiende por el hemisferio sur del continente. Hermosa e imponente, era la criatura más natural de todas; un secreto de la noche contado por el sol y escrito por la tierra; una invención del sigilo, un ardid de la sagacidad. Igual cazaba presas terrestres, marinas o aéreas; una criatura favorecida por la naturaleza que se convirtió en el principal depredador de ese lugar. Sólo mató para comer y todas sus actitudes guardaron armonía con su entorno.

Pero la naturaleza también es finita y como tal, imperfecta, detalle que confirma su calidad.

Cierto animal que no existe más, notó un defecto en la pantera: no se sabía comunicar. Como las circunstancias siempre la habían favorecido, esa carencia no fue evidente. Quizás un par de veces fue notorio, pero su aparente soberbia o indiferencia, no permitió que lo percibiera.

Una noche penumbral, todos los animales de la selva fueron contaminados por una bacteria. Los síntomas del contagio fueron peculiares: los animales empezaron a construir algo con tierra, madera, hojas y piedras; con lo que a su paso encontraran. Todo el tiempo se la pasaban en esa labor.

Más peculiar fue inmunidad de la pantera a la bacteria; estaba contagiada, pero no presentaba síntoma alguno. Como si la naturaleza requiriera al menos un testimonio sobre su magnificencia que recién empezaba a ser alterada.

Al paso de los días, la pantera empezó a desconcertarse porque los animales habían dejado de tenerle miedo. Los miraba desconcertada, pues ya no huían de ella. Incluso, los animales empezaban a autosacrificarse, a entregársele para que comiera. Se sintió aterrada y huyó a la cima de un cerro.

La naturaleza dejó de funcionar en ella, que estaba hecha para cazar, perseguir y encajar sus colmillos en la yugular de cualquier bestia. Su apetito disminuyó abruptamente y sus músculos empezaron a menguar y se atrofiaron con rapidez.

Al cabo de unas semanas, la pantera estaba casi plenamente condicionada por el comportamiento del resto de los animales, quienes, por cierto, seguían construyendo algo que ya era visible desde kilómetros de distancia.

Meses después, la pantera se fue. Flaca y enferma, ni siquiera pudo ejecutar una huída: arrebato de la vida por la vida; lo suyo fue algo más próximo a la resignación y el autoabandono, porque esa selva era ella.

En una noche penumbral, se encontró con otra pantera; conversaron sobre el azar y la desgracia, y cerca del amanecer se despidieron como si cada una hubiera sido producto de un solipsismo matinal. Supo que tenía dos opciones, ayudar a los demás animales en la construcción de algo y dejar de ser, paulatinamente, una pantera o irse para siempre de ahí. Su fin estaba signado. Sin opciones heroicas y sin valentías memorables, miró al firmamento y lanzó un fuerte lamento porque ya no podía rugir.

Estaba sobre una montaña y para mirar la cima de lo que construían los animales, ya tenía que mirar hacia arriba. La pantera miró por última vez su territorio y se fue.

Años después, agonizaba en la rivera de un río, kilómetros al norte de la selva que la vio nacer. Volteó al sur, y por encima de las copas de los pinos más altos, imponente se levantaba algo. Sus ojos permanecieron abiertos aparentando vida.

Sin saberlo, a cientos de kilómetros, la pantera también fue producto de eso que nunca quiso ser, de ese algo que hicieron los animales.

2 comentarios:

Minas dijo...

Bonito! Es difícil conservar la propia naturaleza porque el entorno se vuelve parte de ella y se contagia. Saludo!

Victor Castillo dijo...

Sí, es verdad. No hay una sino varias naturalezas según el entorno. Pero también es cuestión de elección, uno puede huir o alejarse de algo creyendo que así uno saldrá ileso, pero la posibilidad de la alternativa ya nos ha vulnerado.

Saludos, Melina...