viernes, 7 de noviembre de 2008

Ensayo del Escritor y sus Fronteras

Por antonomasia, el que escribe lo hace para saltar, derribar o aprender que las fronteras son una de las formas preferidas de los espejismos. Al escritor no le gustan todas las cosas que ve, pero no por un solo afán de cambiarlas, sino porque hay todo un andamiaje de valores y principios intelectuales y emocionales que considera correctos y, por lo menos, no ha encontrado un razonamiento coherente que los refute.

El escritor no puede pararse en un espacio y en un tiempo determinados para esa elaboración abstracta, previa a su juicio, tiene la responsabilidad de sentir al mundo como si se tratara del de las épocas glaciares, el actual o el que existió para darle forma al caldo primigenio de Oparin. Sólo así podrá hacer uso de ese invaluable instrumento: La Razón. Creo que ésta es el engarce intelectual entre las matemáticas y la filosofía, sistemas intelectuales de los que se nutre la cultura Occidental.

También tiene la responsabilidad de sentir a los seres humanos no únicamente desde su condición socioeconómica, sociocultural ni la individual; por el contrario, el que escribe tiene que sobreponerse a esas calidades y categorías, y acercarse lo más posible a la naturaleza orgánica del ser (antes del humano o de las características que dotan al Ser de su calidad humana), pero también fuera de la línea silogística que se puede desprender, por ejemplo, del “genoma humano” o de los “derechos humanos”; éstas, son categorías dadas por procesos de conocimiento a posteriori. A lo que me refiero es a que el escritor debe tratar de aprehender la esencia orgánica de los instintos y reacciones de ese Ser con la capacidad de conocer y razonar, y observar ese coctel de instintos y reacciones bajo diferentes esquemas de socialización o individualización.

Hasta acá, pareciera que la experiencia del escritor es un proceso de auto-deificación, pero nada más lejos, porque también el escritor debe tener el talante y el talento para generar, paralelamente, la autocrítica sobre los mismos elementos descritos.

Después, vienen todas las técnicas literarias, los recursos lingüísticos y la habilidad para recrear escenarios de manera escrita. El que escribe debe saber todas las reglas, las propias y las ajenas, para poder moverse con facilidad entre la descripción de un personaje y la descripción de su psicología, entre la sensación de soledad causada por el desamor y la que se deriva del asilamiento voluntario, por citar un par de ejemplos extremos.

Luego, viene el género literario al que pertenece lo escrito. Hay escritos en donde abundan (o son los ejes de la trama) las palabras inasibles: aquellas cuyas acepciones se refieren a sujetos y objetos increíbles, inexistentes, es decir, que pertenecen al imaginario colectivo de una o varias épocas. Son escritos fantásticos. Cerca de estos están los de ficción científica. La diferencia estriba en que a comparación de aquéllos, estos son una extensión de la ciencia y la tecnología “actuales”, o de sus perspectivas.

Hay otros escritos en donde predominan las figuras de correspondencia significante-significado, es decir, de los sujetos y objetos demostrables. Acá entran los sentimientos y emociones, aunque muchos de estos son inverificables. Es como preguntar: – ¿Amas a tu mujer?, – Claro. Pero, y… ¿cómo lo sabes? –Porque lo siento, diría uno.

Y luego viene la pregunta: –¿Ella te ama?... y ¿cómo lo sabes?

En este “mundo”, los actos a partir de los cuales uno puede describir que hay amor, pueden tener su origen, incluso, en sentimientos totalmente contrarios, como la venganza. Lo que los distingue es el instrumento de la percepción que se basa en los sentimientos, que no son más que la Fe en el sentido menos teológico de la palabra.

Pero también hay otro tipo de escritos que se mueven entre todos los demás géneros y que crean el suyo propio: La Poesía. Acá, estamos ante el imperio de los símbolos donde una “eterna primavera” puede significar el deseo de que se perpetúen los movimientos estudiantiles, o que el amor y la vida permanezcan en constante ebullición. Es justamente este género literario el que crea otro engarce, pero ahora entre la literatura y la filosofía-ciencia, porque el poeta ante la vida expresa: ¿¡Ah!?; el filósofo-científico: ¿Por qué? El asombro y la duda ante una semilla que se abre o ante el último resplandor de la estrella que una noche brilló y a la siguiente, ya no estaba ahí.

El escritor es un amante de las fronteras, de cualquier tipo, las procura, las corteja, las cachondea y luego se sumerge en ellas. Pero estas aguas suelen ser muy densas, gelatinosas, una vez adentro no hay manera de salir ilesos, ni esperanzas de que el tiempo evapore la ensopada. Nos convertimos para siempre en seres humebranosos y ya no hay columnas ni paredes conceptuales a las cuales aferrarse, se nos resbalan por todo el cuerpo.

Escribir, por supuesto, es más sencillo que todo lo descrito, porque lo anterior es un largo proceso inconsciente que permite estabilidad para poder ejercer el privilegio de escribir y justificarlo por medio de la comunicación. Como dijo Ulises Castillo: el que escribe, pinta o actúa, entre otras actividades, es porque tiene algo qué decir o quiere decir lo que otros, pero de otra forma.

Puede ocurrir lo que alguna vez le dije a Javier Urrea: – Es que el lenguaje no da para aproximarnos más a la realidad; a lo que me respondió tajante: – ¿Conoce usted a cabalidad su lengua para atreverse a sostener esa afirmación?

El que escribe no es escritor por lo que ha escrito, sino por lo que está por escribir, en ese quehacer pendiente cristaliza su esencia y la justifica.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Fermín:

Che, buen posteo, pero muy muy subjetivo. Como que vos querés hablar de una mina y no podés, no sé esa impresión deja.

pero estoy de acuerdo con lo demás.

Saludos.

MAM dijo...

Mi estimado... 'Definir' al escritor es labor muy ambiociosa si partimos de la base de que todo arte y, por tanto, todo artista, es subjetivo.
No sé si el escritor sea amante de las fronteras; incluso creo que a veces, algunos de los mejores escritores, son justamente los que menos consideración tienen hacia las fronteras. En fin, cuestión de percepciones.
Lo que sí sé es que escritor que no escribe es farsante y que a escribir, no se aprende sino escribiendo.
Saludos desde la finisterra!

Victor Castillo dijo...

Ah, mi querida Mercedes, hasta que conmuevo su pluma para que plasme sus letras en este humilde Blog, jeje.

Tienes razón, debí advertir explícitamente que no se trataba de una definición del escritor sino de una serie de datos, muy generales, pues por la manera en que lo redacté pareciera que ensayé una definción.

Muy subjetiva la visión, pero no podía ser de otra forma.

Por otra parte, concuerdo con vos, a escribir se aprende escribiendo, pero ese dato solito no dice mucho, incluso piensa en vos, no creo que sigas escribiendo movida solamente por el gusto del ejercicio de friccionar la pluma contra el papel o de golpetear los dedos contra el teclado, sino que seguramente (me atrevo a afirmar) detrás del gerundio hay muchas de las cosas que mencioné.

Pero como dices, es cuestión de enfoqwues, y lo más importante es que ya nos comunicamos, esto es un buen motivo para la deliberación, no?. Digo, hasta te animaste a participar, hecho inaudito y que espero que se repita, jeje.

Besos y abrazos.

Victor Castillo dijo...

Fermín:

Una disculpa, por no saludarte antes. Gracias por la visita.

Sí, bueno, tal vez de manera inconsciente, pero de forma consciente no lo hice más que pensando en esta labor de escribir.

Suerte y abrazos.