Estoy triste de no escribir, por no saber cómo decir lo que tengo que
decir. Todo este cansancio, hartazgo, aburrimiento; toda esta enfermedad son
los disfraces de mi tristeza. Mi cuerpo está triste, mi país está triste y con
bronca, mi ciudad está triste y enjundiosa, a pesar de los conservadores,
jóvenes y viejos, que esperan que el olvido se devore los ímpetus de muchos.
Yo sólo quiero declarar que el extravío me ha cambiado. Perderme
adrede, perderme por ignorancia, perderme en serio. Inventarme cada día, todos
los días, parecen muchos días, aunque fueran cinco, aunque fueran 35. Les llamo
vacaciones, para no enredarme en explicaciones que nadie auditará.
Uno brinca realmente antes de dar el salto sobre ese charco; así, en
el amor, cualquier desembarco prevé todas las formas del asalto; así, sólo algunas
partículas al ser separadas, seguirán comunicándose y afectándose de la misma
manera, aunque las separe todo el universo.
Durante un tiempo fui incapaz de obtener algún reflejo de lo que
suponía mi existencia; sólo artificios que apenas expelían una carcajada, una
nostalgia, una cogida.
Empiezo a entender que siempre quise irme de acá; hace poco lo hice y estoy
de vuelta, pero me quiero regresar allá. Uno puede irse por curiosidad o
pasión; por repulsión o por atracción. Uno se va y los motivos o sinrazones
escapan como neutrinos en todas direcciones.
"Existe un fenómeno llamado entrelazamiento
cuántico. Es una de las teorías más extrañas de la mecánica cuántica; Einstein
la denominaba acción fantasmal a distancia.
Desde mi afición por la física digo que el entrelazamiento cuántico es más o menos: la propiedad
de dos partículas para poder ocupar varios estados al mismo tiempo, una
condición llamada superposición. Por ejemplo, ambas partículas (A y B) pueden
girar simultáneamente en sentido horario y en sentido opuesto. Sin embargo, ninguna
de ellas tiene un estado definido (o estático) hasta que (la partícula A) se
mide a alguna (otra X), haciendo que la otra partícula (B) asuma inmediatamente
el estado correspondiente a la primera (A). Las correlaciones resultantes entre
las partículas se conservan, aunque estén en extremos opuestos del universo." [Basado en el artículo de Jennifer Chu (MIT/T21): http://goo.gl/Kw0bfM. Los
paréntesis son deliberados]
¿El entrelazamiento cuántico parece o es poético? Ninguna de las dos cosas. La
poesía es un enmarque de la realidad que se basa en la Duda como mecanismo para
obtener certezas y verdades, y la Sorpresa como medio para comunicarlas.
Comunicar con las palabras es la más leve, sutil e ingrávida forma del
amor. Es el túnel cuántico que supone una separación; ésta, que supone un
entrelazamiento; éste, que supone el amor en su forma más pura y grave.
¿Alguna vez me extrañaste o me quisiste o me odiaste con tal intensidad
que, quizás, esto que me pasa también te está pasando a ti, como ese efecto
fantasmal del que hablaba Einstein al describir el comportamiento de algunas
partículas que están tan lejos una de otra?
Nuestro amor fue como los trayectos de la casa al trabajo y viceversa.
Nadie lo conoce, sólo suponen el viaje porque estamos ahí. Dicho de otra
manera: la forma que elegimos para tratarnos procura seguridad, mantenernos a salvo; nos tornamos
indiferentes y desdeñosos con tal de no mostrar rastro alguno de la debilidad
que en el pasado nos doblegó; sin embargo, cada vez que nuestras miradas se
encuentran sin que nadie nos mire, nos acordamos de aquellas mentiras que nos susurrábamos
al oído y de los besos que lubricaban su paso hacia nuestros sexos.
Sí, fue como los trayectos de la casa al trabajo y viceversa, porque para
todos es un hecho que uno tuvo que haber viajado de un lugar a otro; nadie
puede concebir que el viaje es como el entrelazamiento cuántico que conecta
dos espacios, pero más importante: nos libera de la fuerza de gravedad; entonces, el trayecto es el que debería fundamentar nuestro
comportamiento en los espacios A y B, espacios donde la fuerza de gravedad nos doblega y moldea nuestros comportamientos.
Todo mundo se fija en la amargura o candidez que transmitimos; todo
mundo sabe que pueden ser un efecto de lo que está pasando en otro lugar y, tal
vez, en otro tiempo. La variable de la memoria y sus permutaciones no está prevista
en esa parte de la teoría de la mecánica cuántica.
Yo sólo quiero declarar que todavía no regreso de Sudamérica. Es
posible que tenga que regresar allá indefinidamente porque lo que quiero sólo puedo tenerlo allá. Otra posibilidad es que pronto o tarde, mis
pensamientos se asienten nuevamente en la Ciudad de México, y retome mi ritmo y
vida. Es posible, también, que todo esto sea una dilatada negligencia ante un
cambio que ya ocurrió y que todos los días, desde mi regreso, me he estado
negando a operar.
Elegir experimentar el sentido del extravío fue, por principio de
cuentas, renunciar a todo y a nada. Fue querer a mis amigos tanto y, sin
embargo, poder optar por irme a vivir a otro país sin la necesidad de despedirme y
con la posibilidad de jamás volver a saber de ellos.
En el extravío, como en la mecánica cuántica, aparecen y desaparecen
cosas. Al amparo de un campo eléctrico, se pueden capturar partículas por
pares, mismas que están entrelazadas. Al amparo del extravío, los anhelos se van
sucediendo y uno tiene la oportunidad de elegir el que le plazca.
Sentir el extravío permite olvidarse de elegir, de usar el libre
albedrío. Esa es una vereda directa a la torpeza, cuando no, a la pérdida de
identidad, porque en un mundo donde las personas están cada vez mejor
informadas y son más competitivas, no sólo las racionalidades y sus
herramientas se diversifican, sino que la aspiración suele confundirse fácilmente y a
veces deliberadamente con la ambición, cuya sutil frontera radica en la
probabilidad de realizar con éxito lo que se desea.
Sentir el extravío deja ver con claridad los amores imposibles, las cobardías infinitas. Fuera del
psicoanálisis y la calle, la cobardía es, a veces, la casa abandonada de algunas
gallardías incorruptibles. Sin afán de hacer una apología, únicamente diré que no
es la forma más vil de defender la vida.
Siempre hay un amor imposible. Un rostro al que cada vez que vemos o
recordamos nos pregunta: ¿por qué no pasó?, y uno entercado guarda silencio y
no piensa nada, porque de hacerlo uno se encuentra.
Siempre hay una cobardía; aceptarla y entenderla no le quita su estatus; incluso lo acentúa. La cobardía no siempre es dejar de hacer o
de decir. Hay cobardías que sostienen sendos actos admirables; talentos inconfesables.
Sin afán de hacer una condena, diré que hay vidas enteras dedicadas a esconder
una pequeña cobardía.
Yo sólo quiero declarar que en el extravío me estoy encontrando. Haber
tenido la oportunidad de perderme fue la mejor elección.
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