Calle Francisco de Garay / 02:33am |
Lo vi dar vuelta sobre Francisco
de Garay. Corrí. Llegué a la esquina y ni siquiera fui capaz de levantar la
vista. Seguí de largo sin mirar esa calle. Una tristeza repentina me invadió,
me alejó de esa descorazonada, trémula, atroz y definitiva calle. Con el
rabillo del ojo creí ver carros que bajo la luz de los faroles, parecían inútiles,
chatarras. Las paredes descuidadas de las casas pobremente iluminadas, lucían arruinadas.
Me detuve metros después, casi al
llegar a Avenida Cuauhtémoc. Estaba confundido, no estaba seguro de haber visto
lo narrado; ¿acaso fue mi imaginación?
Regresé a mirar la calle de Francisco
de Garay que se perdía en una negrura apenas vencida por viejos y polvorientos
faroles; avancé como quien entra para no salir nunca más.
No recuerdo la hora, pero hay momentos
que hacen de ciertos lugares, espacios donde ya nada importa porque uno deja de
ser mirado, escuchado; uno se va convirtiendo en una suposición, un axioma y,
entonces, es cuando la noche se enamora de uno y desciende para dejarlo sin
identidad.
Uno se convierte en el territorio
de la noche, deja de desear y necesitar; paulatinamente, uno deja de comunicar
sus pensamientos y emociones; uno empieza a permutar imaginación por memoria ya
no como recurso, sino como sistema.
Ahí estaba él, al fin solo a
mitad de la calle. No había a quién perseguir. Todo el tiempo fue él. Álter egos
dedicados a versionar su inexorable porvenir. El gitano, el sueño; perseguidos
y perseguidores. Perseguidos por la lógica.
Calle Francisco de Garay / 02:35am |
El sueño persigue a los
negligentes y a los ignorantes, pero no los quiere encontrar, los elude y
pierde deliberadamente. Apuesta todas las mañanas. Antes de ganar o perder, asiste
a ludotecas atendidas por anticuarios, lidia con loterías incompletas en rincones
concurridos por forasteros que hablan idiomas desconocidos, peregrinos que borran
de sus mapas los lugares donde fueron felices.
Se internó en esa calle, mientras
pensaba en las películas cuyos finales son detestados y sin embargo vuelven a
ser vistas una y otra vez.
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