Para
Mariana
...Estoy aquí porque quiero encontrar a todas las
mujeres en ti: la que con violencia me avienta su sexualidad, la que sin motivo
me deja de hablar por días, la que con ternura acaricia mi espalda con sus uñas
largas y la que va a buscarme cuando la ignoro. Estoy acá porque he visto, de
lejos, a la que es dulce, apasionada y constante...
Acabo de
despertar, sigo acostado en mi cama; quedaste en venir y me quedé dormido
esperándote. Estoy tratando de no olvidar el sueño que tuve, uno de esos que
tienen trama y final. En él eran esenciales las sonrisas, no recuerdo el
motivo, pero eran indispensables.
El sueño
era sobre dos amantes que tenían que sostener, su mundo: un monumento de
secretos y luces, y la única manera de hacerlo era besándose o sonriendo cara a
cara. El monumento era una alta construcción con cristales de cuarzo, que con
la luz nocturna proyectaban códigos, signos y claves inextricables para los
desentendidos. La primera vez que los vi estaban besándose bajo esa estela de
luces.
...No era el calor de tu aliento, sino su
repetición; no eran los chasquidos de nuestros labios, sino su sincronía. Los
besos son el alfabeto de las lenguas y los labios; los movimientos son palabras
y baile...
...Nuestros besos son cúmulos de suspiros, ojos
cerrados, largas distancias de piel y humedad; un acto de desaparición del
mundo y hasta de esa estela de cuarzo...
Alguien
dijo que si dos amantes se dejan besar, serán capaces de sostener ese monumento
de secretos anunciados con luces de cuarzo; otro más, que dos amantes que dejan
de besarse, le robarán el alma a su mundo.
Me
incorporé, pero al hacerlo sentí que había olvidado otra cosa importante de mi
sueño; no sabía si se trataba de imágenes o parte de su trama; el final, sin
embargo, no se me olvidaba.
Las
sonrisas, claro. Luego de levantarme, recordé que las sonrisas eran
fundamentales porque mientras los amantes no están juntos, sólo esa conexión
puede sostener la emisión de secretos en los cuarzos iluminados.
...Tú y yo mirándonos; de lejos se escucha el
inicio de una pieza musical en piano; las primeras notas van dibujando una
sonrisa con amagues de eternidad. La música de Federico Jusid o Dany Elfman, da
igual, van tirando las comisuras de nuestros labios hacia arriba; nota por
nota, nuestros rostros van evolucionando con satisfacción, hasta que sonreímos
y la tuya sostiene la mía y viceversa, también...
De pronto
no recuerdo nada del sueño. Me desespero y empiezo a dar vueltas por la casa.
Tomo cuaderno y pluma; escribo hasta el mismo punto: la importancia de las
sonrisas.
Me pongo
a ver una película para distraerme.
Hacia el
anochecer, mientras miro comerciales en el televisor, viene a mi memoria la
siguiente parte del sueño.
Una
ráfaga de viento separó a los amantes. Un hombre tempestivo apareció caminando
bajo la Estela de Luz. Con tranquilidad y elegancia pasó junto a ella, pero no
se detuvo ni a verla; se acercó a él y susurrándole a la oreja, dijo: me la voy
a llevar para siempre y no vas a hacer nada. Luego, se dio media vuelta y a
ella le dijo: no confías en él, qué haces ahí, vente conmigo, te espero.
El hombre
tempestivo se fue caminando con parsimonia. Los amantes se miraron, pero ya no
sonrieron. En los ojos de ella surgió la desconfianza; en los de él, el temor.
En
realidad no sé a quién se llevó primero el hombre tempestivo, pero el miedo es
un atajo a la lejanía; nunca se está más lejos de una persona que cuando se
tiene miedo a perderla, porque todo intento por retenerla o recuperarla no es
más que una negación; jamás una afirmación, un impulso, una proposición.
Ella
dudó, no supo qué hacer. A lo lejos se escuchaban, aún, los pasos del hombre
tempestivo que se perdía tras la Estela de Luz. Sintió que si no lo alcanzaba,
se quedaría sola, y lo siguió.
Una vez
que desaparecieron, el hombre tempestivo se convirtió en lo que es en realidad:
el viento; la tomó y se la llevó. Volaron mientras el viento le contaba.
...Siempre te equivocarás porque desconfías de los
demás; no es que debas confiar en todos; el mundo está lleno de canallas e
incógnitas, y tú no eres adivina. La confianza es una decisión que tiene que
ver más con el futuro que con el pasado. No confiamos para permanecer a salvo,
sino para poder arriesgarnos...
...Tú no confías ni en ti misma y esa desconfianza
la proyectas en quien se acerca a tu feminidad y lo alejas, como recién hiciste
con tu amante. Esa desconfianza te hace insegura y esa inconstancia más que
algo anecdótico es algo siniestro. Prefieres estar a salvo, porque arriesgarte
supone cambiar y quizás ser feliz...
...Ahora estás arrepentida; quieres que te suelte y
regresar a los labios de tu amante, pero no es tan fácil. Esto no es un taller
de aprendizaje, es una maldición. Estás rota; ahora eres mía, eres parte del
viento que te alejará y acercara eternamente de tu amante y la torre de
secretos y luz que sostenían, pero el viento jamás te dejará regresar...
Todas las
tardes él iba a esperarla cerca de la Estela de Luz, donde solían besarse, pero
ese empeño más que algo gallardo, era muestra una pasividad que rayaba en el
conformismo.
Los
cuarzos se fueron apagando, dejaron de emitirse secretos para el mundo de los
amantes. Había gente alrededor. Por alguna razón, todos sabían que la única
manera de mantener al monumento de pie, era mirándolo; todo el tiempo tenía que
haber al menos una persona mirando la Estela de Luz. Hay quienes dicen que el
testimonio es un recurso de la vida por la vida; dejar constancia de que algo
está inconcluso y encontrar en ese acto, la belleza que comporta la esperanza.
Fueron
más de 100 mil personas las que concurrieron a mirar, de día y de noche, esa
Estela de Luz sin luz, para sostenerla con sus miradas, y para darle tiempo al
amante de cambiar, de que descubriera que tenía que volar para recuperar a su
amante; reunir todas sus partes que habían sido separadas por el viento.
¿El
final? Nunca hay finales cuando de amantes se trata. Recuerdo cómo termina mi
sueño, lo cual no quiere decir que finalice la historia de esos amantes
inéditos. Lo recuerdo porque la verdadera historia de los amantes comienza
después de su primera separación, porque al extrañarse les tiembla la existencia,
la rabia y la ternura que anidan en sus sexos y la posibilidad de que nunca más
haya sonrisas y besos.
2 comentarios:
Esto es lo más maravilloso que he leído,felicidades Víctor Castillo,elevas mi alma con tus relatos. MC
Extrañar es el precio que se paga de pasar momentos inolvidables junto a alguien. Salamanca.
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