La naturaleza no
tiene secretos, sólo hay que aprender a entenderla. La naturaleza se declara en
selvas, estepas y sabanas para que los animales corran, persigan o escapen; en
árboles y cuevas, para que los animales descansen, se guarezcan o embosquen. En
el mar y en el aire es igual.
Claro, hay veces
que la naturaleza niega lo suyo y todo se deteriora; como en la historia que voy
a contar.
Hace mucho
tiempo, una pantera habitó la selva que se extiende por el hemisferio sur del
continente. Hermosa e imponente, era la criatura más natural de todas; un secreto
de la noche contado por el sol y escrito por la tierra; una invención del
sigilo, un ardid de la sagacidad. Igual cazaba presas terrestres, marinas o
aéreas; una criatura favorecida por la naturaleza que se convirtió en el
principal depredador de ese lugar. Sólo mató para comer y todas sus actitudes guardaron
armonía con su entorno.
Pero la
naturaleza también es finita y como tal, imperfecta, detalle que confirma su
calidad.
Cierto animal
que no existe más, notó un defecto en la pantera: no se sabía comunicar. Como
las circunstancias siempre la habían favorecido, esa carencia no fue evidente. Quizás
un par de veces fue notorio, pero su aparente soberbia o indiferencia, no
permitió que lo percibiera.
Una noche
penumbral, todos los animales de la selva fueron contaminados por una bacteria.
Los síntomas del contagio fueron peculiares: los animales empezaron a construir
algo con tierra, madera, hojas y piedras; con lo que a su paso encontraran.
Todo el tiempo se la pasaban en esa labor.
Más peculiar fue
inmunidad de la pantera a la bacteria; estaba contagiada, pero no presentaba
síntoma alguno. Como si la naturaleza requiriera al menos un testimonio sobre
su magnificencia que recién empezaba a ser alterada.
Al paso de los
días, la pantera empezó a desconcertarse porque los animales habían dejado de
tenerle miedo. Los miraba desconcertada, pues ya no huían de ella. Incluso, los
animales empezaban a autosacrificarse, a entregársele para que comiera. Se
sintió aterrada y huyó a la cima de un cerro.
La naturaleza
dejó de funcionar en ella, que estaba hecha para cazar, perseguir y encajar sus
colmillos en la yugular de cualquier bestia. Su apetito disminuyó abruptamente
y sus músculos empezaron a menguar y se atrofiaron con rapidez.
Al cabo de unas
semanas, la pantera estaba casi plenamente condicionada por el comportamiento
del resto de los animales, quienes, por cierto, seguían construyendo algo que
ya era visible desde kilómetros de distancia.
Meses después,
la pantera se fue. Flaca y enferma, ni siquiera pudo ejecutar una huída: arrebato
de la vida por la vida; lo suyo fue algo más próximo a la resignación y el
autoabandono, porque esa selva era ella.
En una noche
penumbral, se encontró con otra pantera; conversaron sobre el azar y la
desgracia, y cerca del amanecer se despidieron como si cada una hubiera sido
producto de un solipsismo matinal. Supo que tenía dos opciones, ayudar a los
demás animales en la construcción de algo y dejar de ser, paulatinamente, una
pantera o irse para siempre de ahí. Su fin estaba signado. Sin opciones heroicas
y sin valentías memorables, miró al firmamento y lanzó un fuerte lamento porque
ya no podía rugir.
Estaba sobre una
montaña y para mirar la cima de lo que construían los animales, ya tenía que
mirar hacia arriba. La pantera miró por última vez su territorio y se fue.
Años después, agonizaba
en la rivera de un río, kilómetros al norte de la selva que la vio nacer. Volteó
al sur, y por encima de las copas de los pinos más altos, imponente se
levantaba algo. Sus ojos permanecieron abiertos aparentando vida.
Sin saberlo, a
cientos de kilómetros, la pantera también fue producto de eso que nunca quiso
ser, de ese algo que hicieron los animales.
2 comentarios:
Bonito! Es difícil conservar la propia naturaleza porque el entorno se vuelve parte de ella y se contagia. Saludo!
Sí, es verdad. No hay una sino varias naturalezas según el entorno. Pero también es cuestión de elección, uno puede huir o alejarse de algo creyendo que así uno saldrá ileso, pero la posibilidad de la alternativa ya nos ha vulnerado.
Saludos, Melina...
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