‒No digas nada, déjalo así... sin palabras... ‒susurró ella boca bajo, sin moverse.
‒¿Por qué?, yo sólo quiero...
‒No, no quieres
nada... Con palabras es amor;
sin ellas, sólo deseo ‒insistió relajada, con esa fuerza y brillo que en la cama adquieren la espalda
y las piernas al descubierto.
Él puso las manos sobre su cuerpo;
su diestra sobre la cadera y la zurda sobre su hombro, antonomasia carnal del
sometimiento, respuesta indemne a la amenaza que le imponía la desnudez de
Claudia. Miró sus nalgas quietas como frutos sobre sábanas. Las tomó, las
apretó y las abrió como gajos de naranja y de ellas se enjugó.
§
Llegas y con tu mano acaricias mi
cara. Me gusta sentir la palma de tu mano sobre la piel que cubre mi cráneo o cuando
bordean mi corto cabello, y mira que no soporto que nadie toque mi cabeza. Otro
día me enojo y me dices que todo está bien, que no es para tanto y entonces es
verdad, después de tu presencia lo imperioso pierde su imperio. Te miro a los
ojos y creo lo que me dices. El mundo se puede estar yendo a la mierda y yo
estoy ahí frente a ti, ejerciendo mi credulidad. Entonces, Claudia, me recupero
y regreso al instante previo al que el mundo se va a la mierda y te digo mi
última o primera valentía: me gustas para dejarte vivir en mí vida hasta que
sea tuya también. Y hablo de tuya y mía porque eso de “nosotros” me parece la más
vil estratagema contra el supuesto olvido del futuro, porque el amor es falo que
violenta y profana los hímenes de cada olvido y recuerdo para hacer venir feliz
al otro contra su voluntad.
§
La otra vez te sentaste al final
de la mesa, en el asiento más lejano. Pensé que entre tú y yo había sólo dos
puntos de distancia. Caí en el juego matemático de que para llegar a B, primero
tendría que pasar por C, pero antes por D y así sucesivamente ad infinitum. Hoy me enseñaste que para
llegar al punto B sólo bastaba decidirse y caminar hasta tomar mi mano y
ponerla sobre tu cabeza para mostrarme algo que te pasaba. El infinito, más caprichoso
que persistente, se abrió paso sin discreción; boyante y turgente, aún repite
en mi cabeza esa escena, en la que caminas hacia mí. Su infinitud fluye sin
tiempo y así, sola en el espacio, se vuelve eternidad.
§
Hoy fue casi como si casi no
estuvieras ahí, casi no querías estar ahí en tu cumpleaños, casi no deseabas
que te dijéramos felicidades. Uno a veces no cree las cosas porque le parecen maravillosas,
hermosas; hoy tu casi descreíste de todos los que ahí te cantamos, no es que casi
no lo creyeras, sino que pareció que no querías creerlo o, peor aún, que casi no
te convenía creerlo. No estabas dispuesta a pasar por verdad ese hecho, sin el
trámite de su descrédito, casi todo menos eso. Luego me di cuenta que casi nada
de eso fue cierto. A solas en mi recámara, descubrí sin pesar ni bochorno, que
sólo quería que fuera entre vos y yo. Me dio envidia por mi evidente incapacidad
para retenerte y hacerte sonreír.
§
Y qué tal si un día voy a
buscarte y te digo que me regales una hora porque quiero decirte algo
importante. Y qué tal si me sales con que tienes mucha prisa, demasiada gente a la
cual atender. Y qué tal si me retiro porque prefiero la tranquilidad obtusa y
abyecta, zumos de la renuncia cobarde. Y qué tal si me dices todo eso para no
hablar conmigo porque sospechas lo que te quiero decir. Y qué tal que tu
apuesta es que te crea todo eso que dices para no recordar un viejo amor abyecto
y obtuso. Y qué tal que los dos estamos elaborando una compleja y complicada
danza para cortejarnos, y usamos cualquier malentendido como clave de sol para
siempre estar por comenzar y nunca terminar este diálogo de lontananzas, de Evas
sin manzanas.
3 comentarios:
El mundo se va a la mierda... y como buen mexicano, su refresco y papas... a huevo!!!!
Pareciera una desnuda confesión de un ser atormentado....
Es, más bien, una atormentada confesión de un ser que se desnuda el alma, mi estimado Zafreth...
Desnudar, tomar, tocar, enamorar y partir, ley de hombre....MC
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