En la ciudad, el frío decembrino de la madrugada es como ponerte tres piezas de metal en las orejas y la nariz. Algunas personas te miran con desconfianza o eso crees porque en realidad con la fugitiva oscuridad de esas horas, no se alcanza a distinguir si te ven o sólo te intuyen; otras, esconden lo que no tienen.
De pronto, vas en un taxi y observas la ciudad que a lo lejos se ve como una sábana negra destendida con brillantina. Con el sueño dormido en el bolsillo de tu camisa, eres incapaz de conmoverte a pesar de saber que algunas de esas lucecitas iluminan a alguno que están asaltando, a una pareja de enamorados que aún hacen el amor y proyectan sus sombras inquietas sobre una pared o a una madre que no prende la luz para no despertar a nadie mientras le prepara el desayuno a sus hijos.
Llegas a tu casa. Todo estuvo perfecto en el trabajo el día anterior y sin embargo, nada está bien, te cuesta trabajo sonreír; entonces, presientes que desafortunadamente un gnomo que siembra y cosecha lontananzas, se cuelga de las comisuras de tus labios y las utiliza como paracaídas. Así, evita que puedas sonreír con facilidad; ni siquiera esa broma simplona que te hizo reventar a carcajadas hace un par de días, es capaz de trastocar el descender paulatino de ese hombrecillo.
De pronto, vas en un taxi y observas la ciudad que a lo lejos se ve como una sábana negra destendida con brillantina. Con el sueño dormido en el bolsillo de tu camisa, eres incapaz de conmoverte a pesar de saber que algunas de esas lucecitas iluminan a alguno que están asaltando, a una pareja de enamorados que aún hacen el amor y proyectan sus sombras inquietas sobre una pared o a una madre que no prende la luz para no despertar a nadie mientras le prepara el desayuno a sus hijos.
Llegas a tu casa. Todo estuvo perfecto en el trabajo el día anterior y sin embargo, nada está bien, te cuesta trabajo sonreír; entonces, presientes que desafortunadamente un gnomo que siembra y cosecha lontananzas, se cuelga de las comisuras de tus labios y las utiliza como paracaídas. Así, evita que puedas sonreír con facilidad; ni siquiera esa broma simplona que te hizo reventar a carcajadas hace un par de días, es capaz de trastocar el descender paulatino de ese hombrecillo.
9 comentarios:
che, necesitás un poco de los Monty Payton para largar la nostalgia.
Buen homenaje a la tristeza, pero no te la banques tanto.
Saludos desde Argentina.
Una buena reflexión matutina para comenzar la vida o para resguardarla del polvo de los días. Da igual una y otra cosa es lo mismo aunque nunca es igual
Gracias por tu visita y tus comentarios. Me gusta la descripción que haces de esa madrugada, tan igual a lan de Madrid.
Fermín:
Milagro que te dejas ver en estos lares.
Claro!, los Monty Payton o Les Luthiers, tal vez eso me eliviane, jeje.
Bueno, la tristeza si no se siente se llena de terquedad, y mejor no, ja.
Suerte y abrazos.
Carlosdu:
Siempre creí que la baja madrugada no me haría mover los dedos para escribir y heme aquí, jeje.
Suerte y abrazos.
Rodolfo Serrano:
Gracias por los comentarios. No sé, me da la impresión que de madrugada, si estamos depiertos, la vida nos sorprende con los instintos y la cultura personal acalambrados.
Suerte y abrazos.
Sí, lo entiendo... ches gnomos no?... Pero si ya no hace tanto frío! Todo bien?
Se me acabó el saldo buaaa pero felicidades por tu nombramiento!!!!
Abrazos
Sandra:
La verdad es que al bajarme del taxi sentí un resto de frío.
Tache por lo del saldo, jeje, y gracias por la felicitación.
Besos y abrazos.
Tache por todo mano
AntiCartaAbierta
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