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La canción que se escucha de fondo tiene destinataria ...
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Abstract: This story is about solitude, but respect of our parents. We are costume to live and enjoy each moment, and I think it is fine. But, what’s up with your father and mother, did you remember them last time you cried?
This week you can download an excellent CD by Victor Manuel San José, from Spain, 1978. Just amazing.
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Este disco, Soy un corazón tendido al sol, de Victor Manuel San José (mi tocayo), es uno de mis favoritos porque desde que tenía siete años de edad, lo ponía en la tornamesas.
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Abstract: This story is about solitude, but respect of our parents. We are costume to live and enjoy each moment, and I think it is fine. But, what’s up with your father and mother, did you remember them last time you cried?
This week you can download an excellent CD by Victor Manuel San José, from Spain, 1978. Just amazing.
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Este disco, Soy un corazón tendido al sol, de Victor Manuel San José (mi tocayo), es uno de mis favoritos porque desde que tenía siete años de edad, lo ponía en la tornamesas.
Muchos conocemos a Serrat o a Aute, pero Victor Manuel tiene unas letras impresionantes. En lo particular, este disco es de los mejores de él, y de los mejores en la historia contemporánea de España. Buscan un disco perfecto, descárguenlo y verán de lo que hablo.
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CUANDO TENÍA 11 años, mi padre me llevó a Huetamo, allá en Michoacán. –Vamos a visitar a un pariente, regresamos hoy mismo. Yo sabía perfectamente que no teníamos parientes en ningún lugar con ese nombre.
Era sábado y a mis amigos no los vería hasta el lunes. Sólo agarré una libreta en donde solía escribir las canciones que cantaba con mi guitarra en las penumbras de mi habitación.
−Papá, y ¿cómo se llama ese pariente?
−Es la Señora de Trujillo. Tajante, fue todo lo que dijo. No volteó a verme para responder, como si su mente hubiera sido la que formulara la pregunta, como si le respondiera al conductor del autobús, que estaba casi al lado.
En ese viaje supe para siempre que una de las cosas que más disfruto en la vida es sentir que mis ojos consumen la carretera. Ahora, puedo elaborar la idea de que no era la carretera sino la sensación de avanzar, avanzar,…
Me quedé dormido. Desperté, y mi padre estaba con la mirada perdida en el horizonte; creo que desde el momento de abordar el autobús él ya estaba en Huetamo, incluso en la casa de la Sra. de Trujillo.
Recuerdo que mi padre siempre fue muy bromista con nosotros, me decía furín; yo no sabía el porqué, pues mi nombre es Arnulfo. Mis hermanos nunca fueron Eduardo, Alicia y Lizbeth sino Lalo, Licha y Liz.
El día que mi madre se fue, todos recuperamos nuestros nombres de pila. Él dejó de sonreír y bromear. Fueron mis hermanos quienes me dijeron, a los 14 años, que Mamá no murió, que se había ido con otro hombre; yo tendría unos nueve cuando eso ocurrió.
Cuando llegamos a Huetamo, recuerdo que vi una tienda con artículos de piel: sombreros, cinturones, chalecos y demás cosas. Todos los hombres tenían botas y sombrero, todas las mujeres que vi llevaban algo cargando, canastas o escuincles.
Caminamos bastante por varias calles, pero no guardo ningún recuerdo nítido; seguramente si alguien me contara esta anécdota, guardaría imágenes más precisas de ese lugar. Es que para mí fue como ir a visitar a nadie para nada, hasta que llegamos a casa de la Sra. de Trujillo.
La puerta de la casa estaba abierta, pero no era como la nuestra, ya saben, un jardín o un estacionamiento antes que la casa; no, inmediatamente el comedor. Vi una mesa gigante con trastes sucios, aún olía a comida pero no había nadie. De pronto, salió un señor como todos los demás y le dijo a mi padre que pasara. Él pasó a otra habitación que tenía como puerta un zarape raído. Mi padre sólo me dijo: −Espérate aquí, Arnulfo.
Siempre fui muy obediente, pero en esa ocasión soslayé su orden porque sentí como si mis hermanos me dijeran: ve y escucha, entérate porque nuestro padre se va a olvidar hasta de sí mismo y nosotros debemos ser su memoria, el testigo indeleble aunque ineficaz.
Nunca he juzgado a mi padre; tampoco mis hermanos, pero el viejo se nos volvió, en un abrir y cerrar de ojos, una especie de Carta Magna sin legisladores. Fue, hasta hace pocos años, ya todos adultos, cuando Liz se atrevió a preguntarle algo sobre nuestra madre, pero el viejo sólo se sirvió su café y prendió el televisor. A pesar de todo nos quería; no, nos amaba. Simplemente, se transformó en una de esas personas que ya no hablan del amor aunque lo sientan. Y qué es la tristeza sino sentir sin ser capaz de decir.
Sí, definitivamente el viejo no es un nostálgico, es una persona triste. Al principio le daba de mamar a la tristeza, la última vez que lo vi, le prendía cigarrillos y le ofrecía café.
Me asomé por el zarape raído:
−¿Está usted seguro que quiere olvidar su dolor? El dolor es la cicatriz del alma, el que nos recuerda que lo que pasó fue real. Acá han venido muchos para olvidar sus penas y a todos les digo lo mismo.
−Esa mujer me está matando, dijo la voz temblorosa de mi padre.
−No se apresure, desde’ndenantes usted estaba muerto.
Mi padre sólo la miraba mientras se iba recostando en una cama.
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CUANDO TENÍA 11 años, mi padre me llevó a Huetamo, allá en Michoacán. –Vamos a visitar a un pariente, regresamos hoy mismo. Yo sabía perfectamente que no teníamos parientes en ningún lugar con ese nombre.
Era sábado y a mis amigos no los vería hasta el lunes. Sólo agarré una libreta en donde solía escribir las canciones que cantaba con mi guitarra en las penumbras de mi habitación.
−Papá, y ¿cómo se llama ese pariente?
−Es la Señora de Trujillo. Tajante, fue todo lo que dijo. No volteó a verme para responder, como si su mente hubiera sido la que formulara la pregunta, como si le respondiera al conductor del autobús, que estaba casi al lado.
En ese viaje supe para siempre que una de las cosas que más disfruto en la vida es sentir que mis ojos consumen la carretera. Ahora, puedo elaborar la idea de que no era la carretera sino la sensación de avanzar, avanzar,…
Me quedé dormido. Desperté, y mi padre estaba con la mirada perdida en el horizonte; creo que desde el momento de abordar el autobús él ya estaba en Huetamo, incluso en la casa de la Sra. de Trujillo.
Recuerdo que mi padre siempre fue muy bromista con nosotros, me decía furín; yo no sabía el porqué, pues mi nombre es Arnulfo. Mis hermanos nunca fueron Eduardo, Alicia y Lizbeth sino Lalo, Licha y Liz.
El día que mi madre se fue, todos recuperamos nuestros nombres de pila. Él dejó de sonreír y bromear. Fueron mis hermanos quienes me dijeron, a los 14 años, que Mamá no murió, que se había ido con otro hombre; yo tendría unos nueve cuando eso ocurrió.
Cuando llegamos a Huetamo, recuerdo que vi una tienda con artículos de piel: sombreros, cinturones, chalecos y demás cosas. Todos los hombres tenían botas y sombrero, todas las mujeres que vi llevaban algo cargando, canastas o escuincles.
Caminamos bastante por varias calles, pero no guardo ningún recuerdo nítido; seguramente si alguien me contara esta anécdota, guardaría imágenes más precisas de ese lugar. Es que para mí fue como ir a visitar a nadie para nada, hasta que llegamos a casa de la Sra. de Trujillo.
La puerta de la casa estaba abierta, pero no era como la nuestra, ya saben, un jardín o un estacionamiento antes que la casa; no, inmediatamente el comedor. Vi una mesa gigante con trastes sucios, aún olía a comida pero no había nadie. De pronto, salió un señor como todos los demás y le dijo a mi padre que pasara. Él pasó a otra habitación que tenía como puerta un zarape raído. Mi padre sólo me dijo: −Espérate aquí, Arnulfo.
Siempre fui muy obediente, pero en esa ocasión soslayé su orden porque sentí como si mis hermanos me dijeran: ve y escucha, entérate porque nuestro padre se va a olvidar hasta de sí mismo y nosotros debemos ser su memoria, el testigo indeleble aunque ineficaz.
Nunca he juzgado a mi padre; tampoco mis hermanos, pero el viejo se nos volvió, en un abrir y cerrar de ojos, una especie de Carta Magna sin legisladores. Fue, hasta hace pocos años, ya todos adultos, cuando Liz se atrevió a preguntarle algo sobre nuestra madre, pero el viejo sólo se sirvió su café y prendió el televisor. A pesar de todo nos quería; no, nos amaba. Simplemente, se transformó en una de esas personas que ya no hablan del amor aunque lo sientan. Y qué es la tristeza sino sentir sin ser capaz de decir.
Sí, definitivamente el viejo no es un nostálgico, es una persona triste. Al principio le daba de mamar a la tristeza, la última vez que lo vi, le prendía cigarrillos y le ofrecía café.
Me asomé por el zarape raído:
−¿Está usted seguro que quiere olvidar su dolor? El dolor es la cicatriz del alma, el que nos recuerda que lo que pasó fue real. Acá han venido muchos para olvidar sus penas y a todos les digo lo mismo.
−Esa mujer me está matando, dijo la voz temblorosa de mi padre.
−No se apresure, desde’ndenantes usted estaba muerto.
Mi padre sólo la miraba mientras se iba recostando en una cama.
−Extienda su brazo izquierdo, señor.
La Sra. de Trujillo le frotaba la axila izquierda a mi padre. Él, con los ojos en el techo y esa mirada que ansía perderlo todo aunque tuviera todo a favor.
−Lento, vamos lento. Ya no hay retorno. Poco a poco, vamos… ya no hay dolor, pero tampoco alegría. Esto no es una historia de fantasía. Mis manos le van a hacer olvidar todo, le van a robar la capacidad de sentir el pasado, pero de querer el presente; tampoco habrá futuro, sólo usted y su entorno.
Un señor, me agarró por el hombro y me dijo con voz quebradiza: −No lo veas, hijo, tu padre se está muriendo.
En ese momento no entendí lo que me dijo, no sabía qué era la muerte, pero sí sabía que la gente moría.
Hoy en día sé que la muerte es algo íntimo, que se cuenta con los dedos al oído de un dios personal. Asistí a la de mi padre. Me he venido a vivir a Canadá y la distancia entre Huetamo y la nieve que veo caer por la ventana es tan corta.
Tengo en la mano el mail de Liz. Mi padre acaba de fallecer y yo quiero regresar a Huetamo, cuando era niño y tal vez, tal vez…
La Sra. de Trujillo le frotaba la axila izquierda a mi padre. Él, con los ojos en el techo y esa mirada que ansía perderlo todo aunque tuviera todo a favor.
−Lento, vamos lento. Ya no hay retorno. Poco a poco, vamos… ya no hay dolor, pero tampoco alegría. Esto no es una historia de fantasía. Mis manos le van a hacer olvidar todo, le van a robar la capacidad de sentir el pasado, pero de querer el presente; tampoco habrá futuro, sólo usted y su entorno.
Un señor, me agarró por el hombro y me dijo con voz quebradiza: −No lo veas, hijo, tu padre se está muriendo.
En ese momento no entendí lo que me dijo, no sabía qué era la muerte, pero sí sabía que la gente moría.
Hoy en día sé que la muerte es algo íntimo, que se cuenta con los dedos al oído de un dios personal. Asistí a la de mi padre. Me he venido a vivir a Canadá y la distancia entre Huetamo y la nieve que veo caer por la ventana es tan corta.
Tengo en la mano el mail de Liz. Mi padre acaba de fallecer y yo quiero regresar a Huetamo, cuando era niño y tal vez, tal vez…
10 comentarios:
¡Uf, Víctor, otra vez me dejas sin respiración! Texto redondo, texto con el ritmo adecuado, texto hermoso.
Una pregunta: ¿Cuánto hay de autobiogfráfico en él?
Un abrazo.
Es una historia muy melancólica... me dejaste pensando, para variar!!! Voy pa' allá pa' votar por ti jeje
Besos!
Pd.- Gané en el yak pero lo volví a perder jojojo
Agustín:
Qué bueno que te gustó. Muy poco de autobiográfico; en esta ocasión acudí a las técnicas de los maestros Rulfo y García Márquez.
Declaro que sí fui a Huetamo, pero fue lo único, jeje.
Suerte y abrazos.
Sandra:
Sí, la melancolía es un eficaz instrumnento para extraer historias de donde, en ocasiones, ni la perseverancia las localiza.
Sí, tu voto será definitivo, gracias.
Besos y abrazos.
Agustín:
Se me pasaba, también lo de la guitarra y lo de disfrutar las carreteras son autobiográficos.
Suerte y abrazos.
Muy buen texto Vic, mucho pero mucho supuse que tenías algo que ver de forma directa en este texto (como lo mencionó Agustin), me parece que manejas tristeza, nostalgía, melancolia entre otras, y entender que cada palabra tiene diversas formas pero como que éstas tres van muy encadenadas a lo que transcribes... habría que, o hacer cosas no muy comunes para no transformarnos, mucho menos ser como esas personas que describes: personas que no hablan del amor aunque lo sientan (y se respetan las ideas de las personas que sean asi); a mi parecer es como reprimir tus sentimientos, emociones o sensaciones, o no? o sabes que están ahi pero los ves como se ve la cristaleria en una hermosa vitrina, y tal vez por miedo a romper una pieza solo a la distancia observas, aunque internamente uno sabe que vale la pena arriesgarse una y otra vez..
y la otra frase (ligadas una tras otra) qué es la tristeza sino sentir sin ser capaz de decir, creo que si el anterior ya causa "shocks" internos esto último nos pone en un dilema: reprimir todo un "paquete" de sueños, esperanzas, aventurarnos; y entonces entraría en escena el maestro Sabina con una frase de una de sus canciones: no hay nostalgía peor que añorar lo que nunca jamás sucedió.. y que por supuesto va de la mano con esa tristeza que tu describes...
Saludos y abrazos,
Coltrane, Tache mano!!! jajaja no es cierto muy buen relato la verdad estas escribiendo cada vez mejor, veo que ahora si estas tomando tu estilo te felicito, solo te falta que me acompañes el resto del mes a las Juntas de Conciliación y Arbitraje y a los juzgados y seras Gran Maestro jajajaj
un abrazo.
pp
Armando DC:
¡Qué onda ese Tun Tun!, jejeje
Pues qué padre que te latió el texto. Y veo que lo sentiste, eso es bueno.
Esa frase de Sabina, como muchas otras es precisa.
Y como dices, el mejor antídoto contra la tristeza, en ocasiones, es la audacia; claro, hablo de audacias personales, no de las estrepitosas que sirven para otras cosas.
Suerte y abrazos.
PD: Te recuerdo que las votaciones en Los Dos Coltranes está llegando a su fin y se está cerrando la competencia. Recuerda que habrá frascos en el festejo de mi triunfo, jejeje.
Coltrane:
Gracias por esos comentarios, es lo mínimo, después de tus férreas críticas.
Ahora sólo por eso me volveré más borgeano en los textos, jejeje, no, mentira.
Te acompañaré a las Juntas de Conciliación y Arbitraje cuando me ayudes a hacer unas grafiquitas en excel, jejeje.
Suerte y abrazos.
PD: Ya no siembres votos fantasma en la encuesta, resígnate a perder, jejejeje.
Caaalmado!
trabajo derecho no vamos a encontrar, aunque aqui se conocen otros medios...
y nadie hablo de las audacias estrepitosas je je, te pasas..
ya plasme mi voto en el blogg de los dos Colt´s; me gustó lo que habrá en tu casi triunfo, ya que es solo cuestión de horas para que sepamos el veredicto final, y de una vez le decimos al Tio "H" que cuando venga por estos rumbos guardaremos provisiones para seguir festejando ese triunfo de Soda...
Saludos y abrazos,
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